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Sastres indigenas trabajan en comunidad en Guayaquil

32.346 indígenas Residen en Guayaquil de acuerdo con el censo desarrollado por el INEC-2010.

Manuel Yuquilema realiza toda clase de remiendos, costura de sábanas, forros de almohadas y muebles. En la gráfica lo ayuda su hija María Rosa Yuquilema.

Entre telas y retazos se desarrolla su vida; decidieron romper el paradigma de que los indígenas de la Sierra central vienen a la ciudad a trabajar con legumbres y abastos en los mercados.

Es un grupo de kichwas que se dedican a la sastrería en las calles Colón entre Pedro Moncayo y 6 de Marzo, centro de Guayaquil, labor que en su mayoría aprendió empíricamente de amigos y allegados que se dedicaban al oficio.

Uno de ellos, Manuel Yuquilema es oriundo de la provincia de Chimborazo, cantón Guamote, comunidad San Juan Alto. Llegó a esta ciudad muy joven con la idea de trabajar y mejorar su nivel de vida.

Comenzó vendiendo legumbres, pero al ver lo productivo que resultaba trabajar con una máquina de coser, estudió corte y confección.

Comenzó en los bajos de un céntrico hotel de la ciudad con una maquinita Singer antigua y de pedal, hoy su sastrería tiene ya 20 años funcionando.

Convive con sus nueve hijos, todos ya casados, en el centro de la urbe; su esposa prefirió quedarse en la Sierra a cuidar a sus borregos y vacas además de asumir el cuidado y labrado de la tierra en su finca. “Ella no se acostumbra al clima de aquí, cuando viene se regresa a los dos o tres días, yo viajo cada dos meses a pasar unos días con ella en la finca, de esa forma sostenemos nuestra relación”, dijo Yuquilema.

Comenta que en su pueblo solo encuentra trabajo como agricultor, los ingresos son bajos y el faena es dura, eso lo motivó a migrar de su pueblo. Antes de que fueran reubicados, formaron una asociación, pero luego de un tiempo los desalojaron y cada uno se independizó.

Poco a poco alquilaron locales, mejoraron sus equipos de trabajo y se instalaron de manera legal y definitiva en la zona céntrica.

El área donde tienen sus negocios es de 6 x 4 metros, este espacio lo alquilan a 3 dólares diarios cada uno de los cinco jóvenes kichwas.

Carlos Chicaiza proviene de la parroquia Columbe, comunidad Colta, tiene 20 años trabajando en esta actividad que, según cuenta, la aprendió por la necesidad de tener un oficio productivo que le permita vivir y mantener a su familia en la ciudad.

Según Chicaiza, de su comunidad extraña las reuniones familiares, las fiestas tradicionales que se realiza, entre ellas están los juegos ancestrales que se desarrolla en su pueblo.

“Me dedico más que nada a arreglar o remendar ropa, uniformes y todo tipo de prendas, confecciono poco y bajo pedido” aseguro el costurero.

Además dijo que su ganancia oscila en alrededor de $ 30 diarios los fines de semana y $ 20 los días entre semana. Al inicio trabajaba con una máquina de pedal, ahora lo hace en una máquina industrial.

El oficio lo aprendió de un primo, fue mejorando y ganando experiencia de a poco en la actividad hasta ahora que es un experto en el tema. “Trabajamos independientemente, somos nuestros propios jefes y lo que ganamos es para nosotros y nuestras familias”, concluyó Chicaiza a EXPRESO. (F)