El (de)sastre de Panama

Como todavía conservo mi cabellera y además me dejo la barba crecida, me resulta obligatorio impedir que pretendan tomarme el pelo. Ese hábito personal me parece también recomendable para su aplicación por el pueblo ecuatoriano: no debe dejarse tomar el pelo. No debe permitir que lo sigan engañando o que se rían de él.

Y ambas cosas, engañarlo y reírse de él, intentan con impudicia los que contestan con A las inquietudes referidas a G.

En efecto, nadie duda de la necesidad de repotenciar la refinería de Esmeraldas. Lo que se reclama es el sobreprecio escandaloso. Eso es lo que hay que aclarar: el sobreprecio y sus beneficiarios. En Petroecuador ha existido una mafia de ladrones, y sigue impune y con protección oficial, tanta que los peces gordos se escapan en las narices de las autoridades, mientras la única respuesta a la preocupación nacional por las denuncias es más propaganda sobre la bondad de haberla repotenciado.

Igual procedimiento se quiere aplicar ahora al caso Estrella de Panamá, para designarlo de algún modo. Negar es padre y madre, aconsejan y la regla se aplica a rajatabla. Los que acojan la denuncia y se atrevan a comentarla, ahora tienen que probar la verdad de sus asertos en una semana o quedarán como mentirosos. ¿Una semana para probar lo que ha venido manteniéndose encubierto por años? ¡Qué generosos! Con qué audacia nos quieren tomar el pelo. La corrupción los ha vuelto cínicos y se sienten por encima del bien y del mal.

Quede claro: los que tienen que probar su inocencia son los inculpados. En temas de corrupción, cuando se la quiere combatir en serio, se revierte la carga de la prueba. El funcionario público acusado, en defensa de su dignidad y la de su alto rango, tiene que probar su inocencia. No le será difícil a quien ha procedido de acuerdo con la ley, desvirtuar las acusaciones sin fundamento. Probar que no hubo sobreprecio en la repotenciación. Probar que no se ha beneficiado de presuntos depósitos realizados en favor de personas cercanas a él. Esto es lo que corresponde. Lo que no puede hacerse es ponerse “bravo”. O amenazar con judicializar el asunto.

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