Santos: La paz, de lo imposible a lo posible
“Cuando me preguntaban si yo aspiraba al premio Nobel, siempre respondía que para mí el verdadero premio era la paz de Colombia. Porque ese es el verdadero premio: la paz de mi país...”, dijo Juan Manuel Santos, en su emotivo discurso tras recibir el reconocimiento.
El mandatario acotó que el galardón, como la paz, “no es de ningún presidente ni de ningún gobierno, sino de todo el pueblo colombiano” y que lo recibía en nombre de las víctimas, algunas de las cuales estaban presentes, en papel de representantes, en la ceremonia.
A ellas, sentadas en la cuarta fila, las hizo ponerse de pie para recibir todos los aplausos. Pastora Mira García, Leyner Palacios, Liliana Pechené, Fabiola Perdomo, Ingrid Betancourt, Clara Rojas y Héctor Abad Faciolince aguantaron emocionados una ovación que duró más de medio minuto.
Sus palabras también recordaron el impacto que tuvo el resultado adverso a sus conversaciones de paz en el referéndum, y cómo la decisión del Comité Noruego del Nobel de concederle cuatro días después el galardón “fue igualmente sorprendente” para agradecer “el voto de confianza y de fe en el futuro” de Colombia.
Santos además explicó varias “lecciones” que pueden extraerse del proceso de paz de su país y replicarlas el mundo. Y, a “los hombres y mujeres que, con enorme paciencia y fortaleza negociaron en La Habana durante estos años”, les dijo que el premio era suyo.
Los negociadores por parte del Gobierno estuvieron presentes en Oslo, no así los líderes de las FARC, “mis adversarios”. Pero a sus negociadores también les brindó el premio, exaltando su “voluntad de paz”.
Si la paz en Colombia fue un largo viaje de lo “imposible a lo posible”, el presidente dijo también podrá llegar el día en que en el mundo no haya ninguna guerra. Y como “líder en tiempos de guerra”, expresó en referencia a sus años como ministro de Defensa, “puedo decirles, por experiencia propia, que es mucho más difícil hacer la paz que hacer la guerra”.
Al igual que en todos los actos oficiales desde que está en Oslo, el mandatario colombiano lució una paloma de la paz en la solapa, un símbolo que también aparecía en el escote del vestido blanco de su esposa, María Clemencia Rodríguez, visiblemente emocionada y acompañada por sus tres hijos en la primera fila del recinto.
Todas las rosas y los claveles que decoraron el ayuntamiento eran originarios de Colombia, como el oro del que estaba hecha la medalla que recibió Santos, que donará a las víctimas los 8 millones de coronas suecas (881.000 dólares) con que está dotado el premio.