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Como salvar a Venecia

Adrian Peñaherrera / Expreso

Una de las peores inundaciones en la historia de Venecia ha sumergido algunos de los emblemas culturales de la ciudad, entre ellos la Basílica de San Marcos en Piazza San Marco. Esta es solo la sexta vez que la basílica se inunda en 1.200 años, pero la cuarta de las últimas dos décadas, y la segunda en menos de 400 días. A este ritmo, el frágil entramado veneciano de ‘calli, campi y palazzi’, bordado sobre un sedimento que se hunde, puede ser destruido por las aguas en cuestión de décadas.

¿Pero qué hay de la gente que lo habita? Los antiguos romanos tenían dos palabras para hablar de las ciudades: ‘urbs’, que se refería a los edificios y la infraestructura, y ‘civitas’, una ciudadanía activa y comprometida. Hoy el mundo se alarma por la sumergida y dañada ‘urbs’ veneciana, que es sin duda extremadamente vulnerable, incluso a ligeros aumentos del nivel del mar, como los producidos por el cambio climático. Pero casi no se ha dado cuenta del grado de destrucción de la civitas veneciana.

La población de Venecia está hace décadas en disminución. Hoy solo queda un tercio de los venecianos que había hace cincuenta años. Ese declive es un mero síntoma de una enfermedad cada vez peor: la promoción imprudente del turismo a gran escala y la falta de inversión en capital humano. A pesar de la evidente importancia de invertir en infraestructura (especialmente para adaptar la ciudad al cambio climático), Venecia debe ver más allá de la ‘urbs’ y recuperar la ‘civitas’, si quiere evitar la desaparición que muchos predicen. El primer paso es sacar a Venecia de la jurisdicción del gobierno italiano, cuya sistemática inacción impulsó la decadencia de la ciudad en las últimas décadas. No se trata de una demanda provinciana de recrear la República de San Marcos, sino de un llamado a un nuevo tipo de construcción política con una mirada al exterior: una “ciudad abierta” que dé la bienvenida a toda persona que esté realmente decidida a radicarse allí para ejercer una ciudadanía plena. Esta nueva y abierta Serenissima (así se llamaba la república veneciana medieval) se esforzará especialmente en atraer una ‘civitas’ capaz y comprometida que esté preparada para ayudar a proteger y reconstruir la ‘urbs’: innovadores con planes de negocios creíbles (y sus financistas), ingenieros que investiguen la adaptación al cambio climático, profesionales (como médicos y abogados) y estudiantes dispuestos a dedicar algunos años a colaborar en la restauración de los magníficos ‘palazzi’’.

Venecia se convertirá en un campo de prueba para un modelo urbano innovador basado en un nuevo contrato social adaptado al “espacio de los flujos “global”. Puede parecer una propuesta radical, pero tiene precedentes (mediados del siglo XIV). No hay razón alguna por la que una estrategia similar no pueda funcionar en la actualidad. Las herramientas digitales hacen más fácil que nunca medir el compromiso cívico de los habitantes. Un alto impuesto a los dueños de inmuebles no residentes (que en general son extremadamente ricos) también ayudaría a sostener la comunidad local. A la par que el mar se eleva y Venecia se hunde, la ciudad debe tomar firmes medidas para restaurar y proteger la ‘urbs’. Nada servirá de mucho sin una ‘civitas’ próspera y comprometida. Para salvar a Venecia, primero tenemos que salvar a los venecianos (sobre todo, de sí mismos).

‘A la par que el mar se eleva y Venecia se hunde, la ciudad debe tomar firmes medidas para restaurar y proteger la urbs’.

Perfil

Carlo Ratti

Es profesor en el Massachusetts Institute of Technology, donde dirige el Senseable City Lab, y es cofundador de la oficina de diseño internacional CRA-Associati. Es copresidente del Consejo del Futuro Mundial sobre Ciudades del Foro Económico Mundial.