Salvar el proceso de paz

Salvar el proceso de paz

Colombia busca una nueva hoja de ruta para salvar el proceso de paz con las FARC, tras el golpe de timón que supuso la victoria del ‘No’ en el plebiscito del domingo.

Colombia busca una nueva hoja de ruta para salvar el proceso de paz con las FARC, tras el golpe de timón que supuso la victoria del ‘No’ en el plebiscito del domingo. Lo hace sin un claro capitán capaz de liderar ese nuevo rumbo y en medio de una tempestad política que, de prolongarse, puede hundir cualquier esperanza de paz después de 52 años de guerra. Los principales actores trataron de transmitir un mensaje de tranquilidad, de impulsar la unión en el país tras la sacudida del ‘No’, pero nadie supo concretar un plan a seguir en las próximas semanas.

Nadie, ni las encuestadoras, ni los medios de comunicación, ni los líderes políticos supieron prever un resultado tan desconcertante. El Gobierno y su entorno daban por hecho la victoria, aunque no fuese arrolladora. Temían más no alcanzar el umbral necesario -4,5 millones, el 13 % del censo- que una derrota. Desde el Centro Democrático, abanderados del rechazo a los acuerdos, se mostraban confiados en un creciente ‘no silencioso’ que, al menos, les garantizaba una derrota digna no muy abultada.

El escenario de incertidumbre obliga a los políticos a buscar una salida en el laberinto en el que se han metido. Desde que se iniciaron las negociaciones hace cuatro años, la división entre el presidente Juan Manuel Santos y su antecesor, Álvaro Uribe, líder del ‘No’, parece irreconciliable. Ambos, a los que se unió también el máximo jefe de las FARC, Rodrigo Londoño, alias ‘Timochenko’, se apresuraron a apaciguar las tensiones tras la votación del domingo. La mesura impregnó los mensajes, pero nadie en realidad atinó a concretar cuál debe ser el camino a seguir a partir de ahora. De hecho, el partido de Uribe rechazó acudir a la primera reunión con el resto de fuerzas políticas y exigió tener una exclusivamente con delegados del Gobierno.

La votación del domingo, por ínfima que fuera la diferencia -menos de 54.000 votos con el 99 % escrutado; 50,2 % para el ‘No’ por el 47,7 para el ‘Sí’- obliga a un replanteamiento del proceso de paz. Una catarsis mucho mayor e inmediata de lo que se presuponía. El limbo en el que queda el país no parece que se pueda prolongar demasiado. A diferencia de lo que ocurrió con el Brexit, la indudable comparación de estos días, en Colombia hay armas de por medio. Santos, no obstante, garantizó que el cese al fuego bilateral y definitivo, iniciado el 29 de agosto, seguirá vigente. Es decir, que de momento, no se reanudará la guerra entre el Estado y las FARC.

El movimiento de la guerrilla hacia las zonas de concentración, donde iban a iniciar el tránsito a la vida civil y la entrega de su arsenal, de momento ha quedado paralizado. La misión de la ONU, encargada de verificar este proceso, ya había empezado a operar, la infraestructura en las diferentes ciudades en las que se desplegaría estaba en marcha. Ahora, están a la espera de una pronta solución. Colombia va a necesitar trasladar un mensaje de tranquilidad a la comunidad internacional que respaldó de forma unánime este proceso. Además, la coyuntura económica no es nada halagüeña. Los mercados reaccionaron ante la negativa del país a refrendar los acuerdos de paz y el precio del dólar se incrementó respecto al peso colombiano.

Colombia urge también de la altura política que, hasta ahora, no parecen haber demostrado sus líderes. El jefe negociador, Humberto de la Calle, fue el único que el lunes dio un paso al frente al poner su cargo a disposición del presidente.