Sacrilegio
Cuando los fieles cuestionan a la doctrina aprobada, su actitud es conocida como herética y cuando la desobedecen, como cismática. Pero cuando faltan al divino, eso se llama sacrilegio, que es un pecado muy grave, cuyo perdón se halla reservado a las más altas jerarquías.
Este es el caso de la peligrosa pugna que se ha desatado entre el presidente de la República y los estamentos militares, pues, se trata precisamente de que al gobernante, sus seguidores le han hecho creer en su esencia divina, cuya omnisciencia no puede ser cuestionada sin cometerse el nefando pecado de sacrilegio, y su persistencia no puede merecer sino el mayor castigo, usando para el efecto unos tribunales que tienen el desagradable olor y la pervertida imagen de la Inquisición, como consecuencia de la admitida y falsamente justificada metida de mano.
Grave circunstancia, cuyas consecuencias no pueden ser otras, como ya lo estamos sintiendo, que un autoritarismo que cada vez se vuelve más radical y obsesivo, causando serio deterioro a los derechos y garantías de los ciudadanos y poniendo en una escabrosa pendiente a la verdad y a la legitimidad republicanas, que se caracterizan por la tolerancia y el respeto a ciertos valores fundamentales, sin cuya vigencia plena la democracia no existe, y que cada vez se van menoscabando más en esta era que lamentablemente vive el Ecuador.
El presidente de la República merece el respeto de los ciudadanos y de los titulares y miembros de los entes públicos. Esto es incuestionable. Pero los ciudadanos y los funcionarios, más si corresponden estos últimos a una institución que es el brazo armado de la nación, merecen también el respeto de las autoridades, que en el caso del Ecuador no ha ocurrido así, pues todos cuantos no comparten los privilegios del Poder, son no solo menospreciados, sino agredidos por el divino, que no tolera que alguien ose cuestionar la legitimidad de sus acciones, aunque sean claramente violatorias no solo de las leyes, sino hasta de la razón, obnubilada por la soberbia y el ejercicio autoritario del mandato.
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