Roma, de Cuaron

Bienvenidos a la Roma de Cuarón. Bienvenidos al ayer, porque Roma es el recuerdo de la vida sin celulares, de infancias sin juegos de video. Es la nueva película del mexicano Alfonso Cuarón, que evoca el mundo en el barrio de sus primeros años. O más bien, un retrato de la forma en que vivimos los niños de los ya lejanos 60, 70 y 80.

Es la historia de la empleada puertas adentro que nos acompañó a todos. La que solo salía los domingos. La que siempre estaba. Conocedora de la rutina de cada miembro de la familia y de cualquier hora del día, aunque nosotros no supiéramos ni su apellido. De la chica en uniforme que ayudaba a nuestra madre con el desayuno y que cerraba la puerta para irse a dormir solo después de darnos la cena. Y es también el relato de la historia de cada familia típica de esa época. Con niños que se mojan bajo la lluvia y juegan con pistas de carritos. De tardes de ir a pie al cine y de abuelas que vivían en nuestra casa. De puertas de garajes que se abrían manualmente al oír el pito del carro que espera afuera. Del padre agotado que volvía de trabajar y al que había que salir a recibir; de mamás a tiempo completo. Del patio de la casa que se baldea para borrar las “huellas” del perro. De canciones románticas sonando en la cocina mientras se hace el almuerzo. De ropa colgada secándose al sol. Del calentado en hornilla.

Roma es la crónica de un paralelismo de dramas personales, de la fusión de distintas realidades económicas y sociales a través de estrechísimos lazos de afecto. De los roces de la convivencia diaria, mas no de lucha de clases. De la solidaridad que se genera por el dolor compartido y por el apoyo cotidiano de la madre, de la abuela, de la empleada que llega a legitimarse como una más de la familia.

Roma es una mirada al México de hace cinco décadas, pero también al Guayaquil de aquellos días. Su magia reside en que es nuestra propia vida la que vemos en la pantalla, enmarcada en blanco y negro, transcurriendo al son del silbido del afilador de cuchillos que atraviesa la calle eterna de la memoria. Hay que verla. ¡Felices Pascuas!