Rigoletto y la censura

El 21 de noviembre de 1850 la dirección del teatro La Fenice de Venecia recibió esta carta: “Su Excelencia el señor gobernador militar, caballero Gorzkowsky me ha ordenado por decreto n° 731 hacer saber a la dirección de La Fenice que lamenta que el escritor Piave y el prestigioso maestro Verdi no hayan encontrado para demostrar sus aptitudes un campo mejor que ese proyecto de La Maledizione, cuajado de repugnante inmoralidad y costumbres obscenas. Su Excelencia se ve obligado a prohibir severamente tal representación...”. Firmaba Luigi Martello, director de la oficina de Orden Público (el Ochoa de la época). La causa estaba clara: no habían héroes en el drama de Víctor Hugo: un rey libertino, Francisco I de Francia, lujurioso, abusivo y violador, teniendo como antagonista a su bufón deforme, cuya hija Bianca es violada por su jefe. Esto, en 1850, cuando se empezaba a ver a reyes y monarcas como anacrónicos dinosaurios represivos, tenía que representar problemas con los censores, empleados de dichos fósiles. Verdi gritó que prefería abandonar la obra antes que traicionarla. Finalmente, el peso específico que el nombre Verdi tenía, su resistencia a aceptar el dictamen de la censura, y los continuos y tenaces cabildeos del director de La Fenice y de Piave, llevaron a los censores a aceptar un compromiso.

• Francisco I se convirtió en el duque de Mantua.

• Las escenas de la violación de Bianca, cuyo nombre fue cambiado a Gilda, y otros aspectos del libreto, deberían “preservar la “adecuada decencia”.

• Los nombres se cambiaron para adecuarlos a la nueva locación. El bufón Triboulet, italianizado como Triboletto, derivó en Rigoletto, nombre que finalmente daría también título a la ópera; Blanche, la hija del bufón, pasó a ser Gilda, como ya se dijo; el sicario Saltabadil se convirtió en Sparafucile; su hermana Maguelonne en Maddalena y el noble Saint-Vallier en Monterone. El 26 de enero de 1851 Verdi recibió la siguiente carta de Piave: “...¡Ayer, a las 3 de la tarde, el libreto fue aprobado, y llegó a los directores (de La Fenice) sano y salvo, sin huesos rotos ni amputaciones!”.