El riesgo del referendo

Ahora que la primera ministra británica, Theresa May, ha pospuesto, frente a cierta derrota, la votación del Parlamento sobre el acuerdo que cerró con la Unión Europea el mes pasado sobre la salida del Reino Unido del bloque, el argumento a favor de una “votación popular” -un segundo referendo sobre el ‘brexit’- está ganando terreno. ¿Pero es realmente el mecanismo correcto para resolver cuestiones políticas que los representantes electos del pueblo no pueden resolver o no van a resolver? Los referendos dan a la gente una voz. Ese es su atractivo en una era en la que la gente está enojada e insatisfecha con el ‘establishment’ político. Pero sin reglas, un referendo es poco más que una invitación a un bramido de furia colectivo. Esto se debe distinguir de una decisión de políticas a nivel nacional, que implica un análisis cuidadoso de los intereses de todos. Esa no es -y no puede ser- tarea de los ciudadanos. ¿Cómo pueden los países garantizar que someter las políticas públicas al voto directo no mina la calidad de la toma de decisiones en una democracia representativa? Por supuesto, los gobiernos simplemente pueden decidir no realizar referendos. Pero si todavía los quieren la opción de los referendos, deberían imponer reglas formales que ayuden a garantizar que los políticos no puedan usarlos para evitar decisiones difíciles. Por empezar, deberían limitar cuándo se pueden convocar (solo para enmiendas constitucionales), establecer un umbral mínimo de participación y requerir una súper mayoría. Otra manera de evitar los escollos de los referendos es que sean no vinculantes. Esto garantiza otra característica esencial de un referendo efectivo: asegurar que los políticos se hagan cargo de la respuesta política. Cuando se llevan a cabo referendos, los políticos deben asumir responsabilidad por el contexto en el que la gente decide. Deben garantizar que la pregunta que formulen esté bien redactada y que haya tiempo para información deliberada y de buena calidad. En el Reino Unido, términos como ‘brexit’, “sin acuerdo” y “quedarse” han cobrado una carga pesada. Los activistas que defendían cada uno de ellos instaban a los votantes a respaldar su visión. Una manera de ayudar a contrarrestar ese asedio –respaldada por encuestas pasadas- podría ser invitar a los votantes, primero, a considerar lo que en verdad saben sobre el tema, incluido lo que entienden por los términos clave. Los políticos que arguyen a favor de una opción entre tres deberían ser conscientes del “efecto equilibrio” por el cual la gente tiende a elegir la opción del medio, en lugar de considerar cada una meticulosamente. El RU ha realizado tres referendos a nivel país en su historia, pero ahora quizás esté pronto a realizar otra votación que tendrá muchas consecuencias. A medida que los referendos se vuelvan más frecuentes, los países necesitan especificar reglas que garanticen que los políticos no se abusen de ellos. Que sean no vinculantes, al menos en la mayoría de los casos. Esto implica brindar el tiempo, la información y la oportunidad para una deliberación genuina en todo el electorado. Y nunca debería permitir que los políticos (o sus asesores) no asuman sus responsabilidades. Fueron elegidos para implementar políticas que defiendan el interés nacional. Y se los debe hacer responsables por ello.