La revolucion y su cultura
Afirmaba Fidel Castro que la mejor educación es la experiencia. Tal aseveración, en labios de un marxista esclavo de sus preceptos, constituye una mentira más que se suma a todas las falacias que proclamó en vida. El marxismo y sus seguidores de hoy, los socialistas del siglo XXI, han estado sometidos a un proyecto doctrinario en el que la pedagogía es destruida por los inflexibles y arcaicos dogmas ideológicos. En nuestra región, Cuba ya se destacaba en el ámbito educativo y progresista aun antes del advenimiento del comunismo castrista, pero la nueva educación y culturización revolucionaria apuntó a un desarrollo igualitario que culminó, paradójicamente, en igualitaria penuria. Nunca pudieron salirse de ese patrón; nunca dieron apertura a otras corrientes que tenían éxito visible en el mundo liberal y democrático. Para ellos la cultura debe estar al servicio del Estado y no este al servicio de la ciudadanía. Y basándose en este autoengaño han creído ser representantes de una alta cultura que solo ha generado claras diferencias entre la clase dirigente y las masas sociales, sin importarles que la realidad lo desmienta permanentemente. La “experiencia” de Fidel demandó casi sesenta años; la de Ortega, doce; la de Chávez y Maduro, quince; la de los Kirchner, diez; la de Correa va por los diez. Con mayor o menor énfasis, todas estos gobiernos han optado por el predominio de una cultura estatal que todo lo aborda y resuelve en función de su cacareada revolución ciudadana, decidiendo el futuro de sus juventudes, disponiendo lo que cada cual debe estudiar, creyéndose los únicos capaces de hacerlo todo y de fijar derroteros gracias a una inalcanzable igualdad del aprendizaje educativo. No entienden que la especie humana no puede ser evaluada con un único rasero intelectual porque a su interior surgen las diferenciaciones y desigualdades que hacen a unos más aptos que a otros. El mismo Correa se encarga, semanalmente, de envanecerse de su presumida sabiduría, degradando y mofándose de colegas, profesionales y ciudadanos que desacuerdan con él.
La ceguera del marxismo consiste en pretender manejarse bajo patrones dogmáticos. Los cultos son solo ellos, la cultura es tan solo la de ellos. Si usted quiere sumarse a ellos, sométase a sus prejuicios. Si pretende sumarse a la administración pública, debe mostrar sus mismas taras ideológicas: claro ejemplo es la larga lista de miembros de Alfaro Vive Carajo, incrustados en cargos de significativa importancia, culturales y educativos algunos de ellos. ¿Meritocracia? ¡No! Simple identificación y similitud cultural e ideológica que sirvió para premiar a esos seguidores. ¡Allí están! , afortunadamente sin reeditar sus peligrosas andanzas de antaño. Mas, ¿qué influencia cultural ejerce AVC en la acción gubernamental de la revolución ciudadana? ¡No pueden haber dejado de pensar y actuar como marxistas, cantando con Correa al Che Guevara mientras destruyen con marcado acento regionalista la Orquesta Sinfónica de Guayaquil, de bien ganado renombre! Paralelamente, debemos pensar que la paz en Colombia traerá al Ecuador una oleada de terroristas a cooperar con nuestro Gobierno. Su ADN ideológico es similar al de AVC, sus afinidades ideológicas son manifiestas e incluyen hasta ayuda financiera electoral. Nuestro futuro es tenebrosamente incierto: demanda un milagro democrático que ponga ciertamente fin al correísmo y su cultura revolucionaria.
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