De replicas y otras replicas

Desde antes del terremoto, en razón de la crisis económica (generada por la caída de los precios del petróleo en el marco de una optimista imprevisión que se quiso sostener con argumentos que a la postre no se han visto sustentados), ya se hablaba de la necesidad de enfrentar la por otros denominada desaceleración, con el instrumento indispensable de una férrea unidad nacional.

Ahora, luego del cataclismo, todos los discursos, los que se dan desde el sector gubernamental o los de la oposición, los que surgen desde lo público o lo privado, desde lo técnico o lo emocional, los que reflejan intereses generales o conveniencias visiblemente particulares, todos en definitiva, y con mayor énfasis, insisten en inflamadas proclamas a favor de levantarnos juntos, con esfuerzo compartido, en unidad de acción, en síntesis. Sin embargo, y en el marco de las frecuentes réplicas e incluso de nuevas manifestaciones telúricas, que por sí mismas desalientan el imprescindible clima requerido para inversiones que posibiliten la anhelada reconstrucción, se dan réplicas de comportamientos que obligatoriamente deberían dejarse como malos hábitos del pasado, si con seriedad se desea superar exitosamente la actual crítica situación.

Por supuesto, es difícil sobreponerse a la tendencia a contradecir que muchas personas utilizan como factor de autoafirmación pero, la dura etapa de la vida nacional que se atraviesa debería obligar a los ecuatorianos a darnos un baño de humildad, que posibilitaría, facilitaría al menos, el anhelado entendimiento.

Conviene en esta reflexión insistir en que no todo es cuestión de recursos económicos. Debe lograrse consolidar variables imprescindibles en el enfrentamiento de situaciones catastróficas para que el mejor esfuerzo no devenga en inútil: altruismo y confianza, por ejemplo. Altruismo para superar propósitos mezquinos y confianza para desterrar suspicacias que todo lo entorpecen y traban.

La tragedia, siendo ya tremenda, es apenas la punta del “iceberg”. Sin dramatizar por el mal gusto de hacerlo, cabe advertir con el fin de predisponer al cambio de actitud requerido para atender insuperables secuelas, y ello requiere además, grandeza y templanza. El Ecuador ha dado muestras de poseerlas. Ahora, todos, tienen que convertirlas en eje del plan de reconstrucción nacional.