Reglamento, Acta o Constitucion

La mayoría de los historiadores de la sierra minimizan la contribución de los guayaquileños a la historia de Ecuador. Uno recientemente afirmó que en el levantamiento de Quito, 1809, se redactó una Constitución y en el de Guayaquil, 1820, un reglamento. Seguramente aprovechan que Olmedo lo definió como reglamento provisorio; siendo constitucionalista sabía que debía ser provisional hasta establecer un poder legislativo y darle formalidad, como se lee en carta a Bolívar, 15 de mayo de 1821. Olmedo quería que con ella tuviera presente los tratados de libre comercio “... que hemos proclamado en la Constitución provisoria de esta provincia”. A diferencia, en el texto del Acta de Quito se estableció que sería provisional hasta que el rey Fernando VII recuperara su trono: la Junta Suprema “...gobernará interinamente a nombre y como representante de nuestro legítimo soberano, el señor don Fernando Séptimo. Y mientras Su Majestad recupere la Península o viniere a imperar en América, elegimos y nombramos por ministros o secretarios de Estado a ...”. Es decir, después de que Fernando VII recuperara el trono, el país regresaría a su cauce anterior. Es claro como agua cristalina. Esta acta sí es temporal. En cuanto a presentación del documento, el Acta de Quito está escrita sin formalidad, la de Guayaquil sí, por capítulos. La Constitución de Guayaquil detalla responsabilidades de cada ente jurídico que se crea. Por ejemplo, en el capítulo IV sobre administración de justicia, hay cinco artículos explicando cómo y qué se juzgará. El Acta de Quito habla de salas de justicia y sueldo a pagarse.

La historia ha sido secuestrada por los historiadores de las provincias serranas; entre otros actos de soberbia creen que lo escrito por ellos está grabado en piedra.

Si ambos textos se someten al escrutinio de historiadores constitucionalistas serios, no me cabe la menor duda de que ellos seleccionarían la nuestra por su contenido y no la quiteña. Por razones que no he logrado entender, la mayoría de los historiadores guayaquileños han callado frente a la recurrente manipulación de nuestra historia.

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