Recursos naturales y desarrollo

Los recursos naturales, metales y no metales que son minados de la tierra en este caso, son regalos de la naturaleza, y como tal, bendición de los pueblos que pueden aspirar a las rentas que de ellos se deriven. Esta visión supone que, al incrementar los ingresos del país, automáticamente se incrementa el beneficio de sus habitantes.

Esta visión supone, sin embargo, que hay gobiernos aptos y sociedades maduras que bien pueden administrar tales recursos con miras al bienestar colectivo. La experiencia, no obstante, contradice tal visión simplista de felicidad colectiva. En el moderno Estado-nación, la administración de tales recursos normalmente la toma para sí el gobierno que, como se lo demuestra una y otra vez, es un administrador incompetente.

Los extremos, como ejemplo, van de Noruega a Venezuela.

Noruega, con un sistema político funcional y un fuerte pacto social que privilegia la honestidad y el trabajo, se inauguró como país petrolero al mismo tiempo que Ecuador, cuando se dieron los descubrimientos del Mar del Norte. Noruega conformó una empresa (Statoil) que opera como empresa privada no obstante ser estatal, y estableció un fondo soberano que se alimentaría, precisamente, con las rentas petroleras. Después de cuatro décadas, el fondo tiene un patrimonio que se aproxima al trillón de dólares, el ingreso per cápita de Noruega es de los más altos del mundo, y Noruega está permanentemente ubicada entre los países con mejor calidad de vida.

La historia de Venezuela, demasiado conocida, muestra la otra cara de la medalla, producto del desgobierno de Chávez y Maduro y sus prácticas socialistas. En el período del PSUV los ingresos petroleros han superado el trillón y medio de dólares, y hoy Venezuela es un país que sufre hambre e inseguridad, la inflación más alta del mundo, el peor desempeño económico entre el concierto de naciones, y vive bajo un gobierno dictatorial y corrupto.

Hay otro grupo, el de los países que no tienen recursos naturales abundantes: Corea, Taiwán, Israel y el mismo Japón. Estos son todos países que, por necesidad, han requerido de un pacto social que privilegie la formación de los recursos humanos, persiguiendo la eficiencia y competitividad, desarrollando el conocimiento, practicando el libre comercio, conquistando mercados con bienes y productos de alto valor agregado, y con oferta diversificada.

Los recursos producto de la extracción son arma de doble filo: pueden engendrar el mal económico denominado rentismo, y la consecuente pereza colectiva que caracteriza a las sociedades que viven la vida fácil, incluyendo a gobiernos descalificados para el responsable ejercicio del poder.

Estas advertencias son relevantes. No es suficiente aparentar tener “conciencia verde” y apuntar por todos los medios al rentismo, al “extractivismo” y a la expectativa de que los precios de los productos básicos, incluyendo el petróleo, vuelvan a repuntar por arte de birlibirloque.

Son temas que necesitan ser desarrollados por quienes pretendan tomar la posta de un país, Ecuador, cansado de experimentos sociales no solamente errados e intelectualmente deleznables, sino económicamente ruinosos.

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