Emprendimiento. Marisol Tuba junto a sus artesanías de caucho.

El reciclaje de llantas viejas genera artesania y sustento

Un cuchillo filoso como herramienta clave, más la habilidad e imaginación, se han convertido en el sustento de un joven matrimonio cuencano. Son Marisol Tuba, de 30 años, y Saúl Quituisaca (32), quienes, desde hace una década dan otras formas y usos a las llantas usadas, y así han impulsado una microempresa familiar.

“La idea nació cuando un grupo de extranjeros visitó el taller de mi padre, donde se hacen repuestos automotrices y otros elementos de caucho sacados de las llantas viejas -comenta Tuba-, ellos nos dijeron por qué no hacer artesanías con los neumáticos”.

Viven en la localidad de Narancay Bajo, a 1,5 kilómetros al sur de Cuenca, donde hay unos diez talleres artesanales; entre ellos el de Luis Tuba, padre de Marisol. En el ingreso al taller de Marisol, a 40 metros del local de su padre, hay un ‘cerro’ de llantas viejas, de toda marca y tamaño. Además, se observa una hermosa y colorida pileta hecha a mano con los desechos del caucho. Más allá hay un macetero y tacho, también hechos del mismo material.

La joven mujer cuenta que la idea de los extranjeros fue buena y hoy ofrecen artículos desde $ 5 hasta $300.

Ellos reciclan a través de la empresa Procaucho con apoyo del Ministerio del Ambiente.

“Con el cuchillo, una pulidora, y a veces una máquina eléctrica para cortar el caucho, aprendí de mi padre desde muy temprana edad, no fue difícil”, relata la artesana.

Sentada sobre una de sus creaciones y cerca de un par de juegos de muebles en colores azul y rojo, Tuba mezcla la pintura para dar el acabado a nuevos maceteros. Muy sonriente, ella se niega a revelar los secretos o técnicas de trabajo, solo dice que ellos pueden crear todo lo que se les ocurra.

“Hace poco elaboré una pileta con una bomba hidráulica, pretendo venderla en unos 200 dólares. Sirve para adornar, especialmente haciendas o propiedades rurales”, dice ella. JM