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Reabrir el debate

Es, con múltiples pruebas sustentando el aserto, una estrategia común a los denominados socialismos del siglo XXI, el ubicar a los medios de comunicación colectiva como sus adversarios fundamentales, como su oposición política, en ausencia de la que deberían realizar y realizan los partidos políticos, en las democracias más cercanas a los postulados en que esa forma de gobierno se define.

También es una categoría compartida por ese tipo de regímenes, en consonancia con la estrategia arriba expuesta, estrechar los marcos de la libertad de expresión o estrangularla con diverso tipo de medidas orientadas al sometimiento a figuras jurídicas extravagantes, tal cual la del linchamiento mediático, a constantes rectificaciones injustificadas o a las sanciones económicas no debidamente sustentadas.

Por eso, y luego de la experiencia de los efectos deletéreos generados en la libre comunicación de ideas y puntos de vista por la denominada Ley Orgánica de Comunicación, bien ha hecho la asambleísta Mae Montaño en presentar una propuesta de reformas a dicha ley, permitiendo la reapertura de un debate que es de alta significación por el valor que tiene la libertad de expresión en la preservación y fortalecimiento de la vida democrática.

Obviamente, y con el argumento de que cuando la ley fue aprobada ya se presentaron demandas similares que fueron negadas por la Corte Constitucional, ahora se ha pedido su archivo.

Mal haría el organismo aludido en acoger tan descabellada solicitud. Peor todavía cuando quien la presenta está preparando precisamente otro proyecto de reformas que busca otorgarle a la Supercom poder de coactiva.

Conociendo el uso coercitivo con que se ha venido aplicando la ley en cuestión, lo que cabe en oportunidad de los múltiples, y de diverso origen, pedidos orientados a su reforma, es revisar a partir de la experiencia de su aplicación, cuales serían las modificaciones a introducirle en ánimo de convertirla en instrumento para garantizar la convivencia, el manejo adecuado de los recursos públicos y la permanente defensa del interés nacional, en diversas oportunidades salvaguardado por la oportuna intervención de la prensa, cuando había sido agraviado por parte de gobernantes desaprensivos, desgraciadamente no escasos a lo largo de la historia.