Radicalizacion de posiciones

Normalmente las personas quieren contribuir al bienestar común. Saben o intuyen que en la unión se alcanzan las más ansiadas metas; en la desunión se desmoronan los más sólidos proyectos. ¿Qué factores conspiran para que ese anhelo colectivo sea tan difícil de lograr? La natural conflictividad del ser humano y su tendencia a ser subjetivo, pensando que lo que él cree es lo conveniente. Sin duda, lo que perturba mentes y sentimientos es la ambición por el poder o el dinero, lo que conduce a mentir y a cometer incorrecciones, provocando inevitables enfrentamientos y perjudicando a la sociedad.

El mundo festejó la caída del muro de Berlín. Terminaba la ignominia de dividir una ciudad y un país para repartirse el poder político; era el fin de la ‘Guerra Fría’ o del “equilibrio del terror”, y abría la esperanza de una vida más armoniosa. Tras 26 años de tan trascendente acontecimiento se han construido nuevos muros, reflejados en un exacerbado fanatismo religioso, en el rebrote de nacionalismos, en una retórica populista a la que no ha escapado ni Inglaterra, cuna de la democracia occidental, como aconteció con el “brexit”.

En la actual globalización existen dos visiones opuestas en materia económica: para unos debe haber absoluta liberalidad en la generación de riqueza, con nulas o escasas regulaciones estatales; para otros, el Estado debe controlarlo y decidirlo todo, incluso lo que es bueno y malo. En este caso, quienes gobiernan manejan el poder político y deciden sobre actividades económicas; el resultado es merma de libertades y subyugación de personas e instituciones. Y cuando hay ausencia de sensatez y esfuerzos para buscar acuerdos mínimos se da una inevitable radicalización de posiciones, reverdece el aforismo “nada es verdad ni es mentira, todo depende del cristal con que se mira”, se atomizan criterios, florecen revanchismos sociales, todo se reduce a estar a favor o en contra de algo o alguien, sacrificando la posibilidad de construir un mejor país. Lamentablemente eso le acontece al Ecuador con el actual Gobierno: hay un país socialmente fracturado. Urge privilegiar el interés nacional sin renunciar a ideales ni pretender el absurdo de homogeneizar criterios. La heroicidad y la perfección no pertenecen a los seres humanos, están reservadas a la divinidad.

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