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Metrovía. Las aglomeraciones son inevitables en el sistema de transporte masivo.Christian Vásconez / Expreso

Quedarse en casa no fue la opción de todos

El trabajo y asegurar la provisión de alimentos obligó a algunos a salir. No hay cuidados

En diez minutos que lleva este articulado de la metrovía rumbo al centro, sobre la vía a Daule, seis personas han tocado el pasamanos cercano a una de las puertas, antes de bajarse o subirse. Es mediodía de domingo de emergencia sanitaria, y la gente que se traslada en este medio suda como pollo al horno. Nadie lleva mascarilla, ni guantes, ni desinfectante a la vista.

Guayaquil cerró sus malecones, parques, piscinas, teatros, escuelas municipales y demás entidades administradas por el gobierno local, incluso la bahía y los centros comerciales del malecón y la terminal terrestre, para evitar el contagio del COVID-19. Dejó de farrear, de ir al cine y de reunirse en actos públicos, pero ayer quedó demostrado que quedarse en casa no es una opción para todos.

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En la metrovía

La frente de Cristóbal Salgolquiza brilla sobre su piel tostada por el sol. Tiene el ceño fruncido y mira con tedio el pasamanos aquel sobre el que ya se han posado al menos seis manos antes de que él llegue a apoyarse.

“Dicen muchas cosas por la televisión sobre el cuidado del transporte público, pero mire alrededor. Aquí nadie cuida nada. No hay alcohol, no hay personas que desinfectan las estaciones. No hay ningún tipo de prevención”.

En una rueda de prensa a propósito de las medidas de prevención que tomaría la ciudad en torno a la emergencia sanitaria que vive el país, la Alcaldía comunicó el jueves pasado que se intensificaría la desinfección de la metrovía, sus estaciones y buses, así como en la terminal terrestre.

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Se supone que las unidades del sistema de transporte masivo son desinfectadas tres veces al día en medio de sus recorridos, pero aquello no tranquiliza a pasajeros como Salgolquiza. “No hago lo que me dice el Gobierno: ‘quedarme en casa’, porque tengo una familia que mantener, pero claro que tengo miedo. Yo ya tengo 60 años”.

En los buses no es distinto

No es el único que sale de casa por trabajo. A esa misma hora, Carlos Buyo está detrás del volante de un bus de la línea 141 recorriendo lugares como Bastión, Samanes y Alborada. Tampoco hay alcohol a la vista en su autobús y Carlos no usa guantes para el intercambio de monedas.

Después de hablar con EXPRESO, y luego de cobrar un pasaje, se rasca con el índice derecho la nariz. “Es verdad, no he comprado ni alcohol ni desinfectante aún. Ya lo voy a hacer”, contesta al equipo de este Diario. El bus luce vacío. Carlos conoce el motivo. “Es por eso del coronavirus”.

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En buses no se utiliza ni gel ni alcohol ni mascarillas.Christian Vásconez / Expreso

En la línea 62, el panorama no es distinto. En los asientos de la parte posterior está la venezolana Carmen Rausseo con sus dos nietos. Lleva a los niños desde Sauces a Los Esteros. “No tuve como opción no salir, pero en realidad estoy muy preocupada por el poco cuidado en los lugares donde aún hay gente, como este bus. Sé que la mascarilla no ayuda mucho, pero de todas formas representa una prevención”.

En los mercados

Más temprano, la emergencia sanitaria y los consejos de quedarse en casa parecen no haber llegado al mercado de Sauces 9. Comerciantes y clientes intercambian dinero por productos sin ningún tipo de cuidado.

En un local, Carmen M. vende ceviche de concha a $ 5. Le dijeron que use mascarilla, pero el calor la asfixia, así que ella prefiere no ponerse nada sobre el rostro, igual que los carniceros o quienes venden pollo y pescado.

José Recuenco llega como todos los domingos a hacer sus compras de la semana, pero esta vez lo hace con mascarilla, acompañado de su esposa. Ve el mercado lleno y saca sus conclusiones. “Esto se sale de control y no hay los cuidados necesarios. Es lamentable”.

El panorama en ese centro de abastos contradice el comunicado del Cabildo en el que se asegura que todos los mercados “atienden a los usuarios con la debida aplicación de medidas de salud y seguridad”, respetando las recomendaciones hechas por la autoridad (uso de mascarilla y guantes, intensificación de la limpieza y el control del área de expendio de víveres).

Costumbres que pesan

Del otro lado de Guayaquil, en el suburbio, a falta de malecones y sitios de esparcimiento abiertos, algunas familias mantienen la tradición de llenar piscinas para los niños de la casa. Por eso, en la 26 y Calicuchima, Christian Blandín, mirando a sus hijos juguetear con el agua, decía que no hay de qué preocuparse, porque “ellos son niños y no están contagiados”.

Hoy lunes 16 de marzo, algunas empresas optan por el teletrabajo. La ciudad empieza su primera semana laboral con un pie en la casa y otro en la precaución.