Puro talento

Diego Morales: su fútbol es desmarque y llegada en profundidad. Borghi en el área no le pide estar sino aparecer. No se deja sacar ventajas. Su gambeta es desconcertante porque por su velocidad de reacción partiendo desde punto muerto, resulta inalcanzable e incontrolable.

Amaga y sale por donde no debe y pasa por donde no se puede. Tiene dos estilos de cambio de orientación: se la juega en asistencia a un compañero en horizontal; con ello descongestiona el balón de las zonas sobrecargadas de rivales, y puede maniobrar libre. Así fueron sus dos goles a San Lorenzo. Diego Morales es la pausa ordenadora. La habilidad desconcertante.

Fernando Gaibor: El agresivo desafiante del cálculo elaborado. No mezquina las piernas cuando recorre por oscuros senderos de las zancadillas y los golpes. Su temperamento está entregado a calibrar el funcionamiento de Emelec. Su entrega es irrenunciable. Le pegan se levanta y va por la siguiente pelota. Esa perseverancia lo instala en el corazón de la tribuna.. Virtud: a medida que se acerca al área, se aclara, inventa. Siembra el campo de frenos, de enganches, sin perder el objetivo del arco.

Jonatan Álvez es sorpresa individual, con el pecho baja cualquier pelotazo y lo convierte en ocasión de peligro. Tiene la mejor elección para picar, hacia adelante o a los costados, o a la salida en media vuelta; es la ventaja que se guarda frente al hombre que lo marca. Busca el terreno amplio o la superioridad del dos-uno para irse de su adversario. Olfatea el área, de remate milimétrico y estilo legionario ajeno al clima adverso.

Richard Calderón de buen pase para romper presión; ocupa espacio y hace marca asfixiante: al habilidoso con amague lo anticipa, lo frena; al cabeceador lo anula sacándolo de línea con el cuerpo y al dinámico con el toque lo desgasta.

Esteban Dreer maneja la atajada fantasma (sin tocar la pelota) achicando sobre el rival, obligándole a ir hacia fuera y dejándolo sin ángulo de disparo, ni línea de visión. Frío y corrector. No duda en la salida. No lo apuesta todo a la colocación. Domina técnica de impulso. Capaz de sacar un mano a mano en un palo, rehacerse y volver a atajar una segunda jugada llegando al otro palo, moviéndose con felina destreza. Razonador e intuitivo. Un arquero que no da un paso más allá de la calma.