Prohibido olvidar

“Un fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo”. Así iniciaron Marx y Engels el Manifiesto Comunista, precursor del movimiento cuyo triunfo mundial llegó a augurarse. Sus pretensiones colapsaron a fines del siglo XX y el “fantasma” se evaporó. Sus restos vegetan, agazapados, integrando minorías locales y carentes de peso específico.

Pero otro fantasma emergió, especialmente en Latinoamérica: el fantasma de la corrupción, ligado al denominado socialismo del siglo XXI y con redoblado populismo nacionalista y demagógico, cobijado bajo una ideología obsoleta que no tuvieron empacho en calificar de progresista. Un fantasma sembrador de odio de clases y de falsas promesas. Lo demás es historia contemporánea, algunos de cuyos casos resumo:

El presidente Quezada de Honduras fue defenestrado por ser un eslabón en la narcoruta supervisada por Hugo Chávez en nombre de la revolución bolivariana. ¿Qué tipo de compromisos pudo tener Correa para acompañar a Chávez en su vano intento por salvar a un corrupto?

La protesta ciudadana guatemalteca llevó a prisión a sus revolucionarios gobernantes por actos comprobados de corrupción.

Venezuela atraviesa la peor crisis económica y moral de su historia, impulsada por la revolución bolivariana. Maduro será recordado como la figura emblemática de la torpeza e ignorancia “revolucionarias”.

Las FARC en Colombia fueron el brazo armado y financiero de la revolución socialistoide. Sus ingresos provenientes del narcotráfico y de asaltos a la propiedad privada, le permitieron cofinanciar campañas electorales de sus compañeritos en el resto de Latinoamérica y ser parte, incluso, del comunista Foro de Sao Paulo.

Argentina con los Kirchner y Brasil con Lula da Silva forman parte de un gigantesco escenario corrupto. Hoy el brasileño ha sido condenado en primera instancia y la Kirchner exhibe su arrogancia en busca del favor popular que pudiera quedarle.

Toledo y Humala corren en Perú la misma suerte y, en Ecuador, son contados los casos publicitados de corrupción frente al universo en que se ha debatido la nación durante la última década.

El bien más preciado al que puede aspirar una sociedad es la convivencia, que está muy lejos de alcanzarse: la retórica, la simulación, el mal ocultamiento de visibles fortunas y el encubrimiento a rajatabla de los malhechores por parte de sectarios ovejunos y -recordando a Disraeli- de unas cuantas “preciosas ridículas”, son hechos que obligan a un llamado a quienes estén dispuestos a luchar por una democracia verdadera. Necesitamos un Ecuador con memoria, en paz y en libertad, y cualquier espíritu represor nos impulsara, estaría justificado en lo que el propio Moreno ha declarado, casi heroicamente: llevar “ hasta el final” la lucha contra la corrupción.

La decisión del CAL archivando el juicio político a Glas, constituye un irrespeto al país y entraña un mentís a Moreno. No se trataba de definir si Glas es corrupto o inocente, sino de cumplir con normas de procedimiento que, eventualmente, culminarían en un juicio parlamentario que determine su hipotética responsabilidad política por su deficiente control de áreas estratégicas a él asignadas y en las que la corrupción ha campeado. Prevaleció el partidismo encubridor, mantenido durante una década, que riñe con la esperanza depositada en Moreno. El “final” de su lucha contra la corrupción no puede dictarlo el CAL. Sería un final sin memoria ni dignidad, que mantendría vivo al fantasma de la corrupción.