El progresismo y sus andanzas

El Ecuador fue sede de un Encuentro Latinoamericano del Progresismo en el edificio de Unasur, generosamente construido por Ecuador, edificio que exhibe como símbolo al expresidente argentino Néstor Kirchner.

El evento coincidió con dos visitantes: la expresidenta de Argentina, Cristina de Kirchner, quien recibió una condecoración que le impuso la presidenta de la Asamblea Legislativa y que mereció el reproche de la mayoría de ecuatorianos al estar procesada judicialmente en su país por actos de corrupción, dejando penosamente como lección, que en política tiene más importancia el ser copartidario que las virtudes de una persona.

El otro visitante, el expresidente uruguayo José Mujica, auténtico demócrata, no fue condecorado. Tampoco asistió al cónclave realizado en las alturas, es feliz siendo parte del Estado llano del que hablaron los revolucionarios franceses; recibió el aplauso del país, dejó lecciones de sencillez, de verdadero estadista.

Merecen recordarse unas pocas frases recogidas de información periodística: “Si alguien busca hacer dinero no escoja la actividad política, es de servicio a la sociedad; dedíquese al comercio o la industria”. “Si quieren encontrar algún vestigio de socialismo quizá exista en comunidades amazónicas”, se refería sin duda a los pueblos “en aislamiento voluntario”.

Al inaugurar el monumento de Alfaro en Portoviejo expresó: “Un verdadero líder no busca desesperadamente el poder, lucha por ideales, por los más elevados anhelos sociales”. Él sí entiende bien la gesta alfarista.

El progresismo como tesis radical del liberalismo surge a inicios del siglo XIX, para combatir excesos de la monarquía, cambiar las estructuras socioeconómicas, defender la soberanía, el derecho a la igualdad ante la ley y los impuestos.

En el Ecuador se formó un movimiento político con este nombre después de García Moreno. Uno de sus líderes, el expresidente Luis Cordero, fue derrocado por la Revolución liberal de 1895.

El progresismo no debe ser utilizado como etiqueta para maquillar proyectos totalitarios, para saciar revanchismos sociales; así no hay progreso.

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