Prevengamos la proxima pandemia

Los últimos brotes de enfermedades como el ébola y el zika han demostrado la necesidad de anticiparse a las pandemias y contenerlas antes de que aparezcan. Pero la enorme diversidad, resiliencia y transmisibilidad de las enfermedades mortales también pone de manifiesto en los términos más duros las dificultades inherentes a la contención y la prevención. Una amenaza a la capacidad de prepararnos es el grado de conexión actual. Los brotes masivos de dengue, chikungunya y zika que hubo estos años en el continente americano y el Caribe fueron posibles por la facilidad que hay hoy para los viajes internacionales, que permitió a esos virus viajar como polizones de Oriente a Occidente. Pero hay otra amenaza más mundana: la incapacidad para ponernos de acuerdo en cuestiones de dinero. Cualquiera sea la razón, el hecho es que mientras los seres humanos no consigamos organizar una defensa colectiva e integral, las enfermedades infecciosas seguirán causando estragos, con consecuencias desastrosas. La creación de una estrategia eficaz de prevención y contención (la biopreparación) es el mejor modo de reducir la amenaza de contagio global. Para estar preparados es necesaria una coordinación entre agencias y proveedores de fondos, que permita crear redes para un veloz despliegue y una administración accesible de vacunas, fármacos y protocolos que limiten la transmisión de la enfermedad. En pocas palabras, prepararse para la próxima pandemia implica crear capacidad global y financiarla. No solo es alarmante la falta de fondos; también lo son las restricciones al uso de los fondos disponibles. Si a esto se le añade la dificultad de remunerar al personal o garantizar la provisión confiable de electricidad y otros servicios esenciales, queda claro que la preparación contra brotes infecciosos demanda la colaboración a gran escala de la comunidad internacional de donantes. Pero por el momento, la imposición de onerosas normas relativas al gasto y la inestabilidad de los compromisos financieros atan las manos de los que trabajan para impedir que se produzca el próximo brote grave. La cantidad de obstáculos que enfrentan los científicos y los expertos en salud pública en la carrera para contener las enfermedades infecciosas es asombrosa. Para superarlos, debemos redefinir nuestras ideas sobre la preparación y pasar de una postura reactiva a otra más proactiva. La financiación de las medidas de preparación debe asignar fondos suficientes para que realmente tengan el efecto necesario. Hay que flexibilizar las normas de uso. Hay que abrir fuentes de financiación con compromisos multianuales. Hay que dar capacitación adecuada a los proveedores de atención médica y al personal de respuesta inmediata. Y hay que ampliar y reforzar soluciones a largo plazo, como la creación y conexión de sistemas de biovigilancia, para que los profesionales en salud pública de todo el mundo puedan hacer un seguimiento e informe de enfermedades que afectan a seres humanos y animales, y planear defensas en forma conjunta. La salud pública es un elemento esencial de la seguridad global. No invertir lo suficiente en la prevención de brotes infecciosos nos pone en riesgo a todos, sin importar dónde o cuándo se produzca el próximo.