Presupuesto con credo

De los escollos económicos que tendrá que contemplar y resolver el presupuesto del próximo año se ha detallado todo. Ya se sabe que el Gobierno devolverá el 40 % de la aportación al IESS para no desbancar más el sistema de pensiones y que eso supondrá un pago de casi 1.800 millones de dólares en el rubro de gastos. También se ha precisado que los intereses de la deuda agrandarán la brecha, respecto a este año, en 900 millones y que la columna de gastos anotará, por ello, al menos 3.400 millones de dólares.

Pero además de los ingredientes principales que lleva toda proforma anual, la del 2019 llevará un aderezo especial. El del sabor de este Gobierno. El de la filosofía que defiende la Administración actual.

Son las primeras cuentas nacionales que presenta Lenín Moreno, tras haber prolongado las últimas de Rafael Correa, las de 2016, para su primer año de gestión (2017). Definitivamente, los números que lance Finanzas llevarán una connotación ideológica que defina cuál es el credo de un timón que, en el último año y medio, ha navegado entre las ideas recientemente heredadas, las de nueva cosecha y las de un pasado más lejano. Y a la vez en un popurrí difuso de todas.

Las políticas sociales siguen en la bandera y en discurso. Pero la estrechez de economía nacional obligará al Gobierno a elegir entre inclinar la balanza hacia los ajustes o hacia el modelo previo que vivía con una venda en los ojos para no ver más allá del presente inmediato.

Este presupuesto no podrá aferrarse más a la crisis heredada y a la mesa no servida. Todo lo que había que saber para manejar la economía ya es de conocimiento público. Lo que está por conocerse es qué camino tomará el equipo económico.

Con los guiños a los organismos multilaterales, al sector privado, a Estados Unidos en el plano comercial y con los anunciados recortes en las instituciones, la senda parece apuntar a una dirección contraria a la del régimen precedente. Pero también con los anuncios de grandes obras, sin estudios previos que justifiquen su idoneidad y rentabilidad, la política social y la esterilidad de los recortes anunciados podría deducirse que la ruta no se ha salido del camino y que simplemente se ha escorado ligeramente. La proforma está llamada a resolver ese enigma. Lo peor que podría pasar es que se mantenga la indefinición.