Es preciso volver a creer
La mayoría de las personas que han opinado sobre los acontecimientos de la revuelta que tuvo lugar semanas atrás coinciden en que no recuerdan haber visto tanto odio en las manifestaciones. Yo me sumo a esa mayoría y a la incógnita de saber, con exactitud, quién está detrás de todo esto.
Correa es lo suficiente malo y enfermo para soñar con cosas así, sin duda, pero no estoy tan segura de que tenga la suficiente inteligencia y audacia para dirigirlo y ejecutarlo, pues más de una vez su cobardía neutralizó sus obscuros anhelos. Por eso, es probable que haya reducido su participación a financiar el ataque, no al gobierno de Moreno, sino a las bases del Estado de derecho.
¿Serán los mismos autores de lo que ha ocurrido en Chile y de la votación última de Argentina? ¿Qué tipo de negocio puede generar tanto dinero a la orden de brotes de violencia? La sociedad también se infectó del odio, es cierto, la delincuencia común se sumó y mermaron la autoestima promotora del emprendimiento a cambio del discurso estéril de quitarle recursos a unos para regalarle a otros.
Por otro lado, nos preguntamos qué viene después, cuáles serán, finalmente, las medidas financieras que tomará el Gobierno y cómo reaccionará la sociedad, cómo se repararán los daños causados en la revuelta, y sobre todo con qué base se empezará a reconstruir la confianza.
Me refiero a esa confianza social, ese valor intangible y superpoderoso que nos podrá permitir reconstruirnos como ciudadanos que depositan sus certezas en las instituciones. Una confianza social que deberá ser más sólida que la estrategia de terror que diseñó el plan de desestabilización. Para atraer la confianza de la que hablamos se hace necesarísimo un plan económico que no siembre y pánico y desesperanza. Nada fácil, lo sé.
Creo que es preciso volver a confiar y creo también que, para ello. Merecemos saber la verdad, merecemos saber quién nos odia tanto que quiso convertirnos en esclavos. Merecemos saber los nombres de los que nos sueñan subyugados.