Populismo correcaminos

Pocas veces a la economía populista le ha ido tan bien. La economía estadounidense ruge, la bolsa se dispara y el proteccionismo de la administración Trump aparentemente ha tenido un impacto insignificante en el crecimiento. La máxima de Trump de que “las guerras comerciales son buenas” incluso parece estar confundiendo a algunos de sus críticos, que ahora admiten que este tipo de medidas podrían ser apropiadas y útiles para bloquear el ascenso de China. Un paisaje similar ha surgido en Europa, donde el primer ministro húngaro, Viktor Orbán, y el líder de facto de Polonia, Jarosław Kaczynski, están atravesando un buen momento gracias al pleno empleo y la escasez de mano de obra. Los populistas simplemente señalan que todas las advertencias de la élite globalista, los cosmopolitas de Davos, lo neoliberales y los multimillonarios sobre los peligros de la economía populista eran puros inventos. Pero, es solo una cuestión de cuándo llegará el ajuste de cuentas económico, no de si se producirá o no. En Estados Unidos, el factor decisivo en las elecciones parlamentarias de mitad de mandato en noviembre dependerá de si el entusiasmo sobre el estado de la economía es lo suficientemente fuerte como para compensar la desaprobación generalizada del estilo personal y la retórica divisiva, sexista y racista de Trump. El liberalismo económico clásico supone que las malas políticas serán castigadas inmediatamente con malos resultados. En los últimos 25 años, los vigilantes del mercado de bonos han sostenido que los mercados financieros omniscientes y con visión de futuro siempre anticiparán las consecuencias futuras de las políticas populistas e impondrán primas de riesgo. En la medida que aumentan los costos de endeudamiento, los gobiernos populistas no podrán cumplir con sus promesas imprudentes, y la cordura y la ortodoxia finalmente regresarán. Los economistas que estudian el populismo por lo general extraen lecciones de América Latina. En estos casos, la economía populista siempre produjo ciclos de inflación, depreciación de la moneda e inestabilidad, porque los mercados financieros globales y otros agentes externos eran escépticos desde el principio. Pero esta experiencia latinoamericana no es universal. Los mercados de bonos no son tan predecibles como muchos creen; tampoco se puede confiar en ellos como una máxima fuente de disciplina. Los mercados de bonos pueden ser capturados por un discurso popular que sobreestima las perspectivas de un determinado desenlace. El aparente éxito de los nazis a la hora de desafiar a la ortodoxia económica parecía una ilusión, Guillebaud estaba esencialmente en lo cierto: la Alemania nazi no era una economía al borde del colapso, y las potencias occidentales habrían hecho bien en empezar a movilizar una defensa apropiada. El debate contemporáneo es similar. Los antecedentes de una economía populista en Europa no son ni particularmente malos ni particularmente sobresalientes. Los populistas de hoy se han beneficiado de una recuperación general que comenzó antes de que aparecieran en escena, y cuando se produzca la próxima crisis, rápidamente se darán cuenta de que sus propias políticas imprudentes han limitado seriamente su capacidad de respuesta.