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A través de las emociones, los candidatos buscan conquistar al electorado.EFE

Las emociones, la carnada electoral de los candidatos

Para captar votos, los políticos buscan conquistar al electorado a través de los sentimientos. Académicos creen que la población está saturada

El miedo, la ira, la nostalgia, la esperanza, la indignación, el optimismo, la euforia, entre otros sentimientos, han sido utilizados por los políticos en las campañas para lograr identificarse con su electorado. Pero estas emociones no están separadas de la razón, señalan los estudiosos de la Comunicación, Sociología y Antropología consultados por EXPRESO.

Esto, porque tenemos diferentes tipos de comportamientos que naturalmente son racionales y emocionales, los cuales han sido aprovechados por los estrategas políticos al tratar de sintonizar el momento o contexto con un tipo de mensaje que busca conectar con ese elemento emocional que circunda en el ambiente para movilizar los votos, explica Claudio Elórtegui, director de la Escuela de Periodismo de la Pontifica Universidad Católica de Valparaíso y miembro de la Comisión Asesora contra la Desinformación del Ministerio de Ciencias y Tecnologías de Chile.

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Una de las formas más usuales que los políticos suelen apelar a los sentimientos, señala Silvia Álvarez, antropóloga política y catedrática de la Universidad Autónoma de Barcelona y de la Escuela Superior Politécnica del Litoral, es cuando levantan o abrazan a un niño, también cuando saludan a la gente, es decir, “se vuelven empáticos, pero no todos tienen la capacidad de volverse empáticos, sino que teatralizan las emociones”.

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Para el sociólogo Agustín Burbano de Lara, uno de los políticos que mejor supo rescatar la votación emocional, desde el retorno a la democracia, fue Abdalá Bucaram. En sus mítines y tarimas, “él jugaba con las emociones, como el Guasón”, ya que “metía la bronca y la indignación” en sus discursos, como cuando una vez le preguntó a la gente que se había congregado a escucharlo: “¿Qué pasaría si alguien de clase alta violara a sus hijas? ¡No pasaría nada! ¿Y qué pasaría si ustedes violaran a una hija de un señor de clase alta? ¡Se irían presos!”. De esta forma, agrega, movilizaba la votación a su favor.

Sin embargo, para Silvia Buendía, abogada, activista y excandidata a la Asamblea, la forma en cómo ahora influenciaron las emociones es algo que aún no comprende a diferencia de cuando surgió el exmandatario Rafael Correa, ya que en esa época era “un joven inteligente, elocuente y apasionado; fue entendible que despertara una ilusión porque, aunque él creó su propio movimiento, se había desempeñado como un ministro de Economía que tenía un discurso inteligente, progresista e interesante”, pero “lo que está pasando en estos momentos, con Daniel Noboa, yo no lo entiendo”. A su criterio, no puede obedecer a ningún tipo de emoción, ya él que guarda similitud con el actual gobernante, Guillermo Lasso.

Para la docente Álvarez, la emocionalidad ha cobrado mucho peso en el país. Con esto concuerda Ivonne Téllez, docente e investigadora de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador, ya que en el comportamiento electoral del votante ecuatoriano “hay una nota emocional muy fuerte” que, en su momento, pudo haber favorecido a quienes fueron candidatos nuevos y que aparecieron de la nada, pero que emocionalmente calaron en una situación en particular y eso influyó en la toma de decisión, dice.

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No obstante, en Ecuador hay dos polos: los correístas y anticorreístas, este último es un voto castigo, explica Téllez, lo cual puede significar que ante cualquier otro que aparezca, la gente aplica el voto castigo, independientemente de quien sea el candidato, solo por rechazo de una figura o modelo. Pero la negociación y la confrontación es otra forma de apelar a las emociones, dice Álvarez.

Todo esto ha saturado a la población y ha producido fatiga, apatía y del descontento contra la política, expone Elórtegui; a esto se suma que ahora hay campañas que cada vez son más reduccionistas, efectistas, poco éticas, de contraste y negativas, por lo que “la gente baja el telón para un sector de la política tradicional y quedan abiertos a ciertos estímulos que pueden llegar de las supuestas nuevas fuerzas de la política o nuevas ideas, aunque no signifiquen que estas lo sean”.

Pero para que ello sea más eficiente con su objetivo, el político tiene que compaginar las emociones con los programas políticos, advierte el sociólogo. “Ese ‘performance’ de comunicar bien las emociones era algo que Correa sabía hacerlo; cuando se conmovía por una estudiante becada o rompía periódicos, se lo veía genuino. La gente no pensaba que fuese falso”.

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Para Álvarez, el populismo siempre ha manipulado emociones y la única manera de “defenderse un poco” es preguntarse: ¿qué clase de sociedad quiero?, ¿individualista, competitiva o que apele al bien común?

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