Politica, salud y Solca

Solca fue creada en 1951. Su impulsor, el oncólogo guayaquileño Dr. Juan Tanca Marengo, no hizo esta obra desde la política. La hizo desde la medicina, desde su humanismo y sentido de solidaridad, y a partir de aquello que era necesario para luchar contra una enfermedad tan grave como lo es el cáncer. Así nació esta respetable institución, que hasta hoy ha enfrentado decisiones de políticos y líderes que no han comprendido lo que ella hace, y que incluso han pretendido bloquear la importante labor que viene realizando hace ya 67 años.

En la actualidad, otra vez Solca está enfrentando pretensiones políticas y actividades centralistas. Por eso ahora más que nunca es bueno valorar su labor, sus filiales y sus núcleos en otras ciudades. Así se constatará su loable trabajo, tanto en Guayaquil como en el resto del país. Es de dominio público que en sus hospitales se atiende a muchos de los pacientes que llegan de todo el Ecuador. Ante ello resulta prioritario que la acción política que se lleva adelante contra la institución, sea enfrentada con decisión y gran firmeza ciudadana.

El proyecto de la Ley Orgánica de Lucha contra el Cáncer, que supuestamente pretende, desde una norma jurídica, decidir las acciones que se deben realizar contra esta terrible dolencia, “curiosamente” deja fuera (ni siquiera la menciona) a la primera y más prestigiosa institución, que por más de seis décadas ha atendido a quienes padecen esta enfermedad.

Las políticas de salud debieran ser públicas, al menos esa es una necesidad de todo Estado democrático que cuida y protege a sus integrantes. Sin embargo, es de conocimiento de la ciudadanía que la política nacional de prevención, atención y tratamiento adecuado y especializado del cáncer, la inició y la sostiene únicamente Solca. Por eso su accionar ha sido reprisado, con ayuda de prestigiosos profesionales y hombres de impulso y proyección social, en otras localidades. Solca está presente en Quito, Cuenca, Loja y Portoviejo. Y hay comités de amigos en Ambato, Santa Elena, Guaranda, Riobamba, Machala y Quevedo. Esto claramente demuestra cuán importante es su labor. De ahí que sea preciso que los asambleístas terminen de archivar de una vez este singular proyecto de ley, que no es sino una pretensión más del aberrante centralismo que se esconde bajo una supuesta normatividad.