José Gómez Rosales visita a diario a las pacientes. Habla con ellas sobre su salud y la de sus bebés, y sobre el servicio que les ha dado el hospital.

La poesia del pediatra

José Gómez Rosales tiene 73 años, una trayectoria intachable y es el actual inspector del Hospital de la Mujer Alfredo G. Paulson, en Guayaquil. En el lugar, construido sobre un área de 43.000 m2, todos -pacientes y médicos- lo conocen.

Vestido de negro, tan elegante y erguido, mientras caminaba sigilosamente en las habitaciones o blanquinosos pasillos, extendía su brazo y, cual político, empezaba a saludar.

José Gómez Rosales tiene 73 años, una trayectoria intachable y es el actual inspector del Hospital de la Mujer Alfredo G. Paulson, en Guayaquil. En el lugar, construido sobre un área de 43.000 m2, todos -pacientes y médicos- lo conocen. Saben que es el pediatra, uno de los más prestigiosos del país, el fundador de la Unidad de Terapia Intensiva Neonatal en la antigua maternidad y el especialista que trajo al mundo (en 1993) a los hermanos Rodic Arteaga. Los sixtillizos del Ecuador.

Lo que pocos intuyen es que este caballero, porque eso es lo que es, un varón que refleja su hidalguía en el pensamiento, la apariencia, los modales y el lenguaje, es también un gran orador. Un poeta que escribe conforme a las situaciones que vive o que enmascaran pequeños incidentes.

Gómez Rosales, dueño de una imaginación que no descansa, escribe versos desde que tiene uso de razón.

Compuso en la escuela, detrás de los postes (en los que se santiguaba cada que invitaba a una chica a salir); en los buses, hospitales y hasta en la Junta de Beneficencia de Guayaquil, de la que es miembro desde 2002.

En su computadora actualmente guarda un promedio de doscientas poesías. La mayoría escritas por él e inspiradas en situaciones hipotéticas -amores platónicos- o vivenciales, sus nietos (10), hijos (3) y esposa (+). Aquella mujer de carácter que lidió casi una década contra ese perverso mal llamado cáncer que, aunque muy pocos lo sepan, también lo padeció y del cual se libró “gracias a un milagro”.

En su despacho, universo en el que se refugia cada mañana luego de inspeccionar minuciosamente el sanatorio, el también socio de la Academia Americana de Pediatría revisa nóminas y todo tipo de documentos. Y mientras lo hace, recita, modificando su voz y usando las manos para acompañar lo que dice.

¿Sabes tú lo que es un hijo?, nos pregunta. Un hijo... ¿Tú sabes, tú sientes qué es eso?.. Él mismo se responde: Es ver nacer la vida del fondo de un beso, por un inefable milagro de amor; un beso que llene la cuna vacía, y que ingenuamente nos mire y sonría: un beso hecho flor...

La estrofa, parte del poema ‘El hijo del sueño’, de José Ángel Buesa, uno de sus autores favoritos, lo declama con tal romanticismo que hasta sus compañeras de trabajo se sorprenden. Luego recita los suyos. Las oyentes -al descomponer una a una las palabras- se sonrojan.

Gómez, quien a la fecha es amigo y aún visita a los Rodic, a cuatro de los seis chicos (porque dos fallecieron siendo aún muy pequeños), asegura que esta es la primera vez que habla públicamente de sus “vicios”. “Lo de orador y literato, además de mi familia, lo sabían apenas unos cuantos amigos”. Entre ellos el exministro de Salud Guillermo Wagner (+), prestigioso profesional guayaquileño que recibió varios reconocimientos por sus trabajos investigativos y con quien escribió decenas de obras que, espera, algún día publicar.

“Eso es algo que tengo pendiente”, explica el también primer director y profesor del posgrado de Pediatría de la Universidad Católica Santiago de Guayaquil. “Tengo unos versos suyos preciosos”. No descarta la idea de que pronto salgan a la luz.

Actualmente, como médico, su misión se centra en reducir el índice de mortalidad infantil. “Es un tema que me desespera y que se lo puede evitar con un debido control”.

En cuanto a la literatura evita responder. “Qué haga con ella es algo que desconozco. Solo sé que escribiendo versos, creando estrofas, siempre románticas, así moriré...”.