Desorden. La avenida Colón es una de las calles de la bahía con más desechos evidenciado en la acera. En las noches los recicladores la pasean.

Plasticos, cartones y fundas cierran el comercio en la bahia

Un problema tradicional que no termina. Los comerciantes señalan como responsables a los recicladores. Según el Municipio, solo le compete sancionar.

Un problema que parece no tener fin. Todos los días, cuando el reloj marca las 19:00, ruidosos sonidos alertan a miles de personas que se hallan en la zona más movida de Guayaquil, el centro. Es hora del cierre y de bajar las puertas de metal de los 13.000 locales comerciales que forman la bahía sellan el día laborable, con pocas o muchas ventas. En sus pasajes, el vaivén de la gente es reemplazado por montones de plásticos, cartones y fundas.

La semana pasada, EXPRESO recorrió en el día y en la noche calles como Chile, Chimborazo, Olmedo, Ayacucho, entre otras que interceptan ese sector conocido como el ‘mall del pueblo’, una de las zonas comerciales más activas del país.

De ser un área donde durante el día la multitud y 16.000 vendedores instalados en las aceras y rincones congestionan los estrechos pasillos rodeados de comercios; en las noches pasa a ser una especie de cementerio, donde lo único que se mueve con casi la misma aceleración que en la mañana son las cientos de fundas, botellas y cartones impulsados por el viento. Es allí donde los recicladores se instalan con expectativas en los montones de sacos de basura y llega el caos.

“El problema son los chamberos (recicladores) y la falta de atención por parte de las autoridades. Cuando ya cerramos los locales y ubicamos la basura en las esquinas dentro de las fundas y sacos, ellos llegan a romper las bolsas y desbaratar todo”, manifiesta René Alcócer, uno de los comerciantes. “Si ubicaran recipientes de plástico en las esquinas para almacenar la basura, el problema sería menor. El alcalde dice que estamos en una ciudad moderna, pero acá no ha llegado la modernización”, concluye.

La regeneración urbana llegó a esa zona céntrica de Guayaquil en 1999, pero el problema de la basura no es nuevo y hasta el momento no ha sido resuelto. “De los 30 años que llevo aquí, siempre ha existido”, asegura Alfredo Carvache, guardia de la zona.

María Chele, otra de las comerciantes, asegura que como muchos vendedores, vecinos y transeúntes, siempre le insiste a los ‘chamberos’ que no desordenen los desechos, pero que ellos le hacen caso omiso. “Es que el 95 % son drogadictos que buscan acumular cartones y plástico para vender y tener con qué comprar el vicio”, precisa indignada.

A pesar de que la basura esparcida en los pasajes de las 40 manzanas que forman la bahía en 3,5 kilómetros es casi en su totalidad inorgánica (que no se descompone), los comerciantes y vecinos mantienen con esa situación una lucha ‘interminable’. “Por esa basura regada nos multan a los dueños de los locales, cuando son otros los que la riegan”, precisa Paúl Andrade, quien trabaja en su local como el resto, de 07:00 a 19:00.

Todos los días el Consorcio Puerto Limpio, la empresa recolectora de desechos de la ciudad, designa a 1.030 personas para limpiar la urbe. En el centro, que incluye la bahía y zonas como Nueve de Octubre, Chile, Luque y aledañas, trabajan 20 empleados que recogen 16 sacos grandes de desechos por calle.

Karla Aguas, vocera de esa empresa, indica que a Puerto Limpio no le compete multar ni sancionar a los recicladores por regar la basura, eso lo hace el Municipio. Y que sin embargo trabajan en una campaña de concienciación para que las personas clasifiquen los desechos antes de sacarlos de casa. “Es una campaña de responsabilidad ambiental. Así evitamos que los recicladores rompan las bolsas”, sostiene.

Por su parte, Gustavo Zúñiga, director de Aseo Cantonal del Municipio, señala a este Diario que a pesar de que el Cabildo tiene la autoridad para sancionar si no se dejan las calles limpias y no se respetan los horarios de recolección por parte de la comunidad, no es al que le compete dar capacitaciones a los recicladores o hacer campañas. “Quienes tienen esa obligación son los mismos recicladores y las empresas recicladoras. Hemos clausurado a centros de acopio porque sus recicladores desordenan los desechos, menciona Zúñiga.

¿Entonces quién previene el problema? Una pregunta que aún no se responde con claridad.

En este sitio donde se vende ‘de todo’ y se ‘regatea’, el problema de la basura dispersa no es lo único con lo que lidian los vendedores y moradores. “Los chamberos también se llevan las tapas de las alcantarillas en las noches”, menciona otro comerciante.

Con el viento, los plásticos, fundas y cartones llenan esas alcantarillas descubiertas. “Hace un mes, un señor se quebró la pierna al caer a una de esas alcantarillas sin tapas y hace dos semanas otro hombre que pasaba fumando lanzó la colilla del cigarrillo a otra también destapada, y esa se encendió por un momento. Es que descubiertas son muy peligrosas, porque tienen cables eléctricos”, narra.

Muestra de lo dicho por el hombre son las múltiples alcantarillas en Ayacucho y Cacique Álvarez, que han sido tapadas con madera por los vecinos del sector.

Este medio habló con algunos recicladores que trabajaban en la bahía, quienes negaron regar los desechos y aseguraron que nunca han sido invitados a ningún tipo de capacitación.