El plan Venezuela

Algo que podríamos llamar el “plan Venezuela” es lo que está fraguando abiertamente la derecha latinoamericana, liderada por el gobierno de Macri en Argentina y secundada por los de Colombia, Perú, Paraguay, Panamá, Chile -donde su presidenta Michelle Bachelet ha dado un giro ideológico radical-, y Brasil, donde el presidente Temer sigue tan campante pese a haber estado involucrado con los sobornos de Odebrecht. Desde luego que estos gobiernos actúan bajo la influencia directa, si no las órdenes, de la potencia estadounidense, a través de su lacayo Almagro, como secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), quien desde el comienzo de su gestión parece haberse impuesto la tarea de lograr que Venezuela sea separada de la entidad continental, convocando a sesiones del Consejo Permanente de la OEA para tratar la situación política que confronta ese país por las manifestaciones callejeras y acciones violentas sin límite de ninguna clase, convocadas y desarrolladas por la oposición venezolana (recuérdese los mortales cordeles de acero de las “guarimbas” contra los motorizados de la fuerza pública), sin haber logrado tampoco la mayoría de votos que se requiere para el efecto, votaciones en las que Ecuador, junto a Bolivia y Nicaragua siempre estuvieron en contra, absteniéndose además otros cuatro países.

Concedemos la razón a la acción del Gobierno venezolano, a través de su excelente canciller Delcy Rodríguez, que con tanta solvencia, claridad y sencillez ha venido defendiendo en los foros internacionales la posición de su país, al anunciar el jueves pasado que daría inicio al procedimiento para abandonar la OEA, luego de que una vez más Almagro convocara una nueva cita de ministros de Relaciones Exteriores para evaluar la situación de Venezuela, tras casi un año de deliberaciones sobre lo mismo. Lo sucedido debe ser tomado objetivamente, también como advertencia a un proceso que podría ser imitado y seguido por otros países, en repudio a la gestión de un secretario general de la OEA que solo parece estar mirando los intereses, cuando no oyendo las órdenes de EE.UU., en lugar del interés de todos los países que integran la organización continental.