La noche del miércoles ese fue el panorama en Sauces 6. Los niños jugaban en las calles inundadas y pozas, en medio del lodo, basura, bacterias y hasta roedores.

Una piscina de bacterias

A los niños el panorama poco les asusta, aunque las secuelas salgan a flote unos días después.

A los niños el panorama poco les asusta, aunque las secuelas salgan a flote unos días después. Los adultos, por su parte, no pueden hacer nada. Cuando llueve y se acumula el agua, no les queda de otra que remangarse los pantalones y caminar en medio de la insalubridad. Sobre ese ‘río’ que se mezcla con las servidas y está repleto de bacterias, orina, barro.

Con el aguacero del pasado miércoles, que además de barrios anegados, derrumbó viviendas de construcción mixta, la preocupación de volver a enfermarse ha agobiado a los guayaquileños.

Vecinos de la manzana 308 de Sauces 6, como Karina Argüello, por ejemplo, teme porque a sus hijos, de 9 y 14 años, les dé nuevamente conjuntivitis y salmonelosis.

En enero pasado a uno de ellos, al mayor, los dolores abdominales, las náuseas, la fiebre y las incontables diarreas lo obligaron a ir al hospital. El diagnóstico confirmó la presencia de la bacteria Salmonella.

La enfermedad la había adquirido, posiblemente, le dijo en ese entonces su médico, por estar en contacto, andar y nadar, en las ‘piscinas’ que se forman en la periferia de su hogar, cada que hay tormenta, y están colmadas de patógenos. Sobre todo coliformes, precisa Ernesto Carrasco, presidente del Colegio de Médicos de Guayas.

“Esas zanjas, en la que muchos chicos juegan, están repleta de orina, animales muertos, roedores y desechos humanos biológicos y hasta químicos”, dice. Lo que puede provocar, además de daños estomacales, alergias, traumatismos, infecciones respiratorias y de piel, como la dermatitis y sarna.

Hace dos semanas José Zamora, de 27 años, y habitante de Samanes 7, acudió a un médico particular para descartar una posible intoxicación. “Tenía puntitos rojos, pequeñísimos, en todo el cuerpo. Pensé que era la comida, luego lo relacioné con el zika. Pero no me dolía nada, tampoco tenía fiebre. A la final me dijeron que era un virus de invierno”.

Un rash cutáneo no purulento, explica Franklin Bajaña, director zonal 8 de Vigilancia de la Salud Pública, causado “probablemente” por la acumulación de estas aguas.

“Allí hay gérmenes que producen escabiosis o sarna”. Y como en Guayaquil, por falta de conocimiento o distracción, los habitantes se sumergen en ellas, de acera a acera, los riesgos de que adquieran una enfermedad parasitaria es bastante alta, explica.

No obstante, no son las únicas. El simple hecho de no usar botas de goma y hundir los pies o las manos en esas aguas para, en un descuido, llevárselas a la boca, puede acarrear severos casos de leptospirosis y hepatitis A. La imprudencia puede contaminar también los alimentos.

El problema es milenario, matiza Luis Triviño, epidemiólogo. “La gente llega aún con las manos mojadas a casa y no se las lava. Almuerza, cena, toma una fruta..., sin darse cuenta que contaminó su entorno y hasta lo ingirió”.

A la fecha ninguna de las patologías citadas ha registrado un repunte. Según Bajaña, el alza se mantiene en las transmitidas por el mosquito Aedes aegypti que, a causa de las lluvias, también se ha proliferado. En lo que va del año, en la zonal 5, que incluye Guayaquil, Durán y Samborondón, se han registrado 1.550 casos de dengue sin signo de alarma, 30 de chikunguña y 425 de zika.