Nunca perdamos la esperanza

Vivir con esperanza es valorar que todas las personas y cosas que nos rodean son importantes. La esperanza es nuestra fuente de energía, un combustible necesario día a día, pero de la mano con esa interacción con Dios y la fe. Nunca la perdamos, sigamos luchando por ella. La vida nos presenta obstáculos difíciles, por eso ni la ilusión ni el optimismo ni la felicidad pueden vivir sin la esperanza, una de las virtudes teologales junto a la fe y la caridad. La fe es creer que va a suceder y la valentía es hacer que suceda. En los momentos más difíciles, la esperanza es lo último que se pierde. Es estar en una camilla a punto de partir, y luego levantarse, como el ave Fénix, de las cenizas.

Javier Valarezo Serrano