Pensando con el higado

Seguimos en el país del tubo de ensayo. Hay que suprimir la vicepresidencia!, se lee en las redes sociales desde el ‘affaire’ Vicuña. Como el muchacho malcriado que tira al piso y patea el juguete “vicepresidencia” sin darse cuenta de que la culpa no está en la institución, sino en lo chuecos que somos nosotros. ¿Acaso las atrocidades cometidas por dos abusivos son suficiente razón para destruir el sistema político? Es que... las cosas no están ahí por gusto. La vicepresidencia existe por dos razones. La primera tiene que ver con una institución constitucional llamada “orden sucesorio”. Y es más antigua que la sarna: el vicepresidente reemplaza al presidente en caso de ausencia definitiva del primer mandatario. Y si el vicepresidente falla, lo subrogan en su orden el presidente del Congreso y el presidente de la Corte Suprema. Así es en todo el planeta. Y así fue siempre aquí también, hasta que -como de costumbre en el país de los locos- apareció un ocurrido que propuso lo primero que se le pasó por la mente y dañó un sistema que es universal. Y que teníamos desde 1830.

La segunda razón para tener vicepresidente es el equilibrio de poderes. En el presidencialismo, el vicepresidente es el presidente nato del Senado. Ambas funciones pueden coordinar su agenda, el vice trabaja ‘full time’ y se olvida del eterno serrucho. Así fue siempre, hasta que -otra vez geniales- suprimimos el sistema bicameral. Para acabarla de amolar, otro sabio -verdadero creador del vice conspirador a sueldo- le quitó sus funciones en la Constitución. Alhaja el guambra. ¿La vicepresidencia es mala? No. Los giles somos nosotros. O nuestro hígado. Y el problema es un problema de mentalidad único en el planeta, pues el peculiar país probeta que vive en el eterno tubo de ensayo, es Ecuador. O cambiamos esta mentalidad experimental o seguiremos por la pendiente de la institucionalidad transitoria ‘forever’.

No olvidemos la amenaza Correa. No supera aún el haber perdido el control de las cosas. Seguirá haciendo lo que sea para recuperarlo. ¿Se imaginan lo que es estar vago y solo encerrado en un ático?