La paz de Colombia

La clásica expresión atribuida al filósofo y militar prusiano Carl von Clausewitz de que la guerra es la continuación de la política por otros medios, ha hecho olvidar valiosos pensamientos suyos de mayor contenido: que “la guerra nunca debe ser un propósito en sí mismo”, por ejemplo.

Con ello por delante, es más sencillo de entender porque luego de los largos años del conflicto, que nunca se aceptó bautizar como guerra civil, entre el ejército regular y las fuerzas insurgentes como las FARC, hoy todavía tenga complicaciones el esfuerzo por firmar una paz que se desea duradera en razón de haber intentado satisfacer los distintos intereses de las partes, que son muchas.

Uno de esos intereses, el más sucio, es el de los que lucran económica o políticamente con la prolongación de las tensiones. Los que venden armas y vituallas, con seguridad disminuirán sus ingresos, una vez consolidada la decisión de vivir en paz. Ellos desearán que la guerra continúe. Los que querían derrotar militarmente a las FARC sentirán igualmente vencidos sus propósitos. Para ellos la paz no es una victoria como la que soñaban y abrir la participación política electoral de los guerrileros les resulta inadmisible.

Sin embargo, bajo la certeza de que ningún acuerdo negociado dejará satisfechos a todos, cabe expresar rotundamente que el peor acuerdo es mejor que la continuación de la guerra y que siempre será mejor que los combates que deben seguir dándose, de ahora en adelante se hagan con palabras, con argumentos y no con balas, con secuestros, con violaciones, con fuego, con dinero proveniente del narcotráfico.

Mucho hay que cambiar en Colombia, tal cual en todos los países del continente para intentar aproximar a mejores condiciones de vida a sus pobladores y al respecto sería deseable un gran acuerdo nacional, una vez restablecido el diálogo y el clima adecuado para sostenerlo.

Gaitán, el gran líder liberal, cuyo asesinato encendió los fuegos, sostenía la existencia de dos países: el país político y el país nacional. Le costó la vida querer superarlos, tal cual años más tarde a Luis Carlos Galán. En su asesinato se mezclaron los peores y más negativos factores de la vida colombiana de entonces. Esa Colombia es la que hoy se intenta superar de nuevo. Bien vale apoyar el esfuerzo por lograrlo.