Patria o muerte

Nos habíamos acostumbrado a juzgar como simple y vulgar retórica los cánticos revolucionarios llamando al sacrificio y heroicidad ciudadanos. Eran la muestra infantil de una aberración doctrinaria y caduca que ponía al descubierto a unos cuantos obcecados amantes de lo obsoleto diciéndose a la vez progresistas. Cuando el presidente y su corte cantaron en Carondelet al Che Guevara como emblema de su revolución, debieron rodar lágrimas de emoción. Olvidé el episodio por la ridiculez que implicaba. Importaba más saber, por ejemplo, la razón de las innumerables denominaciones adoptadas por la corriente marxista en su afán de identificarse como una revolución en marcha y libre de sus pecados originales. Recordemos el entusiasmo con que se abrazó una ideología nacida a mediados del siglo XIX, exacerbado luego por el derrocamiento del zarismo en Rusia. Al marxismo originario le sucedió el marxismo-leninista y a este el comunismo estalinista, hasta rematar con Gorbachov admitiendo el fracaso de su revolución. En Latinoamérica sobrevivieron sin embargo los socialismos marxistas, alguno de los cuales anunciaba, cual mercancía, su fecha de fabricación, alineado bajo las pautas dictadas por un Foro de Sao Paulo, impulsado por Hugo Chávez, Lula y los Kirchner como sus principales sostenes. El comunismo en democracia, a nivel continental, se había constreñido a un reducido espacio electoral y debía encarar con nueva imagen la llegada del siglo XXI... sin olvidar, por cierto, de seguir cantando al Che.

Algún humorista aseveraba que, a partir de Adán, los tontos fueron mayoría. Resignado a ser parte de esta última, hoy lo confirmo al ver que lo del Che y su invocación a “Patria o muerte” iba esta vez en serio y bullía en el corazón de quienes nos gobiernan. Patria o muerte vuelve a ser la frase clave. Con buena lectura, la patria sería para “ellos” y la muerte para quienes no nos sometemos a su nuevo disfraz. Frase amenazante con la que se reclama la participación de “los pobres del mundo”, hasta convertirla en su real sentir, que inesperadamente se enlaza con la llegada de diez mil fusiles de asalto, oficiosamente donados por el Gobierno comunista de China. Fusiles de los que las FF. AA. se confiesan ajenas y que pasarían a manos de escogidos fratricidas civiles.

La realidad nos obliga a tomar también en serio lo que acontece en nuestro derredor. Por décadas hemos vivido en una democracia imperfecta -pero democracia, al fin- salpicada de corrupciones generadas por el ejercicio del poder. A más poder, mayor corrupción, constituye un axioma político comprobado. Alianza PAIS no se contenta con diez años de poder y el temor a su extinción la llevaría a conductas extremas. Juega al todo o nada, sin dejar de corear al Che, realizando una nueva demostración de fuerza al utilizar a la Asamblea Nacional como un club privado que condecora y premia a una compañerita del Foro de Sao Paulo, incursa en hechos delictivos que asquean a quienes nos enteramos de ellos. La prensa argentina y su propio embajador ponen en duda la decencia y honorabilidad de la Kirchner; pero nuestro presidente, vertiginoso e impulsivo, la absolvió, y su confesado “cariño” por ella fue suficiente razón de Estado para que la Asamblea Nacional la condecore y seamos blanco de la burla inamistosa de un país que tiene todo el derecho de exigir moralidad al interior de sus fronteras. Pero, ¡qué carajo! ¡Todo vale! Patria o muerte.

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