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Cita. El asambleísta Yofre Poma, detenido durante la toma de recursos petroleros en el paro, compareció ayer ante la Comisión investigadora.(Karina Defas / EXPRESO)

Paro Nacional: Sí hubo secuestro en el Ágora

Emotivos testimonios de policías que fueron secuestrados durante los días de movilización indígena. Yunda y Poma insisten en que no se equivocaron.

Revuelo en la comisión parlamentaria que investiga el paro nacional de la primera quincena de octubre. El legislador correísta Yofre Poma detenido bajo la acusación de participar en el boicot de infraestructura petrolera, asistió a rendir su testimonio. Un guardia del grupo especial penitenciario lo acompañaba. Una decena de legisladores correístas llegó a expresarle su respaldo. Y en medio de los gestos de aprobación de todos ellos, él se declaró inocente. Fue solo uno de los momentos especiales en una agitada tarde para la comisión.

Por allí pasó el alcalde de Quito, Jorge Yunda, diciendo que su conciencia está tranquila. Que en los violentos días que pusieron en jaque a la capital, él hizo exactamente lo que debía: no tomar partido.

Fueron 97 puntos de conflictos violentos simultáneos los que llegó a tener la capital el 12 de octubre. “La situación -narró el alcalde Jorge Yunda- se salió de las manos”, pero la ciudad, según él, no dejó de funcionar. Calificó el clima de las protestas como uno de “descomposición social” y se liberó de toda responsabilidad. Jamás coordinó acción alguna con la prefecta, Paola Pabón, jamás omitió obligación alguna, jamás dejó a la ciudad desprotegida. “Tuve - sintetizó- un equilibro mesurado y de conciliación”.

Pasaron (y esto fue emotivo) los policías víctimas de la violencia. Ocho de ellos, heridos, secuestrados, abusados. Y relataron con la voz quebrada su experiencia.

También estuvo el periodista de Teleamazonas Freddy Paredes y contó cómo intentaron asesinarlo. Pasaron un par de jóvenes de izquierdas con coartada académica diciendo que la culpa de todo es del Fondo Monetario Internacional. Pero fueron olvidadas de inmediato: la comisión requiere información.

Los testimonios de los policías marcaron el punto más doloroso de la tarde. Impresiona ver a un coronel con 29 años de servicio (Enrique Bautista, comandante del distrito Calderón) al borde de las lágrimas.

Una muchedumbre de 3.000 personas, que él identificó como indígenas, lo secuestraron a él junto a otros 51 policías. Los lincharon, los desnudaron, los llevaron de un lado a otro, los rociaron de gasolina y no dejaron ni un momento de amenazarlos con prenderles fuego, cuenta él. Entre ellos, estaba la policía María José Baque. Ella llora al recordar cómo la manosearon todo el tiempo. “Esto -dice ella- ha marcado mi vida”. Eso de manosear a las mujeres policías secuestradas parece una constante. A la sargento Amparo Segovia, una de las 12 personas secuestradas en Pujilí, la abusaron de esa forma por cinco días.

El coronel Christian Rueda y el periodista Freddy Paredes zanjaron en sus respectivas comparecencias el debate sobre lo ocurrido en el interior del ágora de la Casa de la Cultura: sí, fue un secuestro. La muchedumbre ahí reunida por la Conaie obligó a los policías y periodistas a decir que estaban ahí por su propia voluntad. A los primeros, les pegaron desde que llegaron, según el coronel Rueda. A los segundos, los hostigaron, según Paredes.

El legislador de Pachakutik, Jaime Olivo, se preocupó por dejar claro a Freddy Paredes que la agresión de la que fue víctima tuvo lugar fuera del Ágora, donde estaba la dirigencia indígena y por tanto no se le puede achacar. Freddy Paredes dijo: “No sé si el agresor era indígena, pero lo hizo al amparo del movimiento indígena”.

En cuanto a Yofre Poma, nada añadió a lo declarado ya ante la Justicia. Él, dijo, simplemente estaba participando en una manifestación pacífica que discurría por la avenida Quito en Lago Agrio y cuando pasaron por la estación de bombeo de Petroecuador “resulta que las puertas estaban abiertas”. Un grupo se metió y él fue tras ellos para pacificarlos.

Al cierre de esta edición, empezaron a rendir sus testimonios vía videoconferencia desde la embajada de México los asambleístas ahí refugiados: Soledad Buendía, Gabriela Rivadeneira y Carlos Viteri. Antes de ellos. Repitieron las alusiones a persecución política y trataron de aclarar, sin dar mayores aportes para la investigación, que temían por su vida, que habían sido amenazados y que no tenían garantías de seguridad.