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Pan de pascuas y deuda

Pan de pascuas y deuda

El presidente se ha referido a la deuda como al “principal opositor” que su predecesor le legó. Puede, sin embargo, convertirse también en su legado, pues sus consejeros son los mismos de Correa. Si hay propósito de enmienda en las declaraciones presidenciales, deberá acometer el desafío que requiere el apto manejo del crédito público. La deuda heredada es, efectivamente, perversa. Fue muy mal negociada. Se la usó contraviniendo la ley, desviando aproximadamente $35.000 millones de ingresos para gastos de consumo. El gasto de capital fue mal programado, sobredimensionando proyectos, o dejándolos a medio hacer. Hubo corrupción y sobreprecios pagando, según estimaciones, un mínimo de 40 % de costos en exceso y comisiones. Finalmente, los tiempos de repago no calzan con las obligaciones del servicio de la deuda. Dicho en corto: si los economistas fueran pasteleros, el pan de pascuas les habría salido indigerible.

Asumiendo una actitud presidencial sincera, será necesario asimilar las lecciones que nacen de la experiencia bien sucedida, empezando por anotar lo negativo que debe ser desterrado. El presupuesto es calcado de los de Correa y, como tal, es fiscalista, consumista e irrealizable. La Junta Monetaria toma resoluciones contrarias a lo requerido al subir las provisiones bancarias para las hipotecas y con ello anula a la construcción. El sector productivo ha sido complaciente, pero siente que le han tomado el pelo. El dinero electrónico es una discusión estéril luego del destierro de la estulticia correísta. La política anticontrabando tendrá repercusiones negativas en momentos en que busca renovar las preferencias arancelarias (SGP) con los americanos. ¿Quiere cambiar las tendencias? Empiece por pensar que las soluciones requieren hacer las cosas al revés de lo que sus ineptos economistas le proponen. Adopte el Gobierno entonces un programa económico que haga sentido. Dé claras señales de propender al real equilibrio fiscal, no basándose en mimetismos contables. Proponga una estructura sensata para el régimen tributario. Traslade el desafío del crecimiento al sector productivo. Reforme el seguro social. Sea proactivo y no equívoco en materia de libre comercio. Promueva la libertad económica. Y establezca metas claras en su gestión. Busque la colaboración del FMI y de los organismos multilaterales para avalar la emisión de nuevos bonos, a plazos no menores de diez años y tasas de interés comparables con las que pagan otros países de la región (entre 4 % y 6 %), y retire la deuda cara y cortoplacista. Plantee y logre la reestructuración de los créditos chinos siguiendo los mismos principios. Lleve a cabo la titularización de la deuda con el Banco Central y con el IESS, permitiendo la creación de mercados secundarios internos y externos de corto y mediano plazo, líquidos, para que esas instituciones puedan, a su vez, reponer sus propios niveles de liquidez. Finalmente, para la programación del desarrollo, retorne a las instituciones multilaterales internacionales, regionales, europeas y asiáticas.

El apto manejo del crédito público es un requerimiento de toda política económica bien concebida. Puede obtener un dulce pan de pascuas para la próxima Navidad, si tan solo empieza desde hoy.