Pais sitiado

El gobierno del presidente Lenín Moreno enfrentó la semana pasada la grave crisis económica que azota al país a consecuencia del despilfarro, la corrupción y los malos manejos de la administración anterior. No tenía más remedio. Nadie en su sano juicio pensaría que lo hizo de forma ingenua y sin medir las posibles consecuencias de lo que vendría. Estaba además rompiendo un mito que ha alimentado por décadas la esquizofrenia del país: combustibles subsidiados pero con los impuestos más altos de la región; gasolina, “la más barata”, pero con falta de empleo para las nuevas generaciones y una paralización del comercio y la industria por la pérdida de competitividad con los vecinos. Especuladores que se han vuelto y se siguen volviendo millonarios por el contrabando de combustible gracias al subsidio. Algunos hasta prefieren que suba el IVA y no se toque a los combustibles.

No se trata de dar un cheque en blanco al Gobierno. Expertos en finanzas y economía han señalado la insuficiencia de las medidas para mover en toda su capacidad al aparato productivo. No nos liberamos de la mentalidad cepalina de un Estado controlador que obstruye a la iniciativa privada en plena época de la transformación más grande de la historia contemporánea: el mundo digital.

Continúa la ostentosa impunidad de quienes robaron y que hoy se vuelven líderes de la conciencia nacional, mientras la cuenta la pagamos con nuestro trabajo. ¿Cómo se va a recuperar lo robado?

La respuesta a esta decisión no ha sido una protesta pacífica pese a las declaraciones de sus organizadores. Las pérdidas del aparato productivo han sido cuantiosas. Se ha perjudicado a empresas, trabajadores, ingresos de personas que sí quieren realmente laborar. Criminalmente se ha retenido soldados y policías. Universidades y colegios cerrados. En este caos, la seguridad y la vida de los ciudadanos de las grandes ciudades se han puesto en peligro. Apareció el miedo. Parecíamos un país sitiado. Solo podemos dejar de serlo retomando nuestras actividades y mostrando públicamente nuestra voluntad de salir adelante.