Pais en relativa calma

Cuando se impriman y circulen las líneas del presente editorial, el presidente Moreno seguirá disfrutando de sus merecidas vacaciones en Madrid. En la hermosa capital española pasó la Nochebuena y la Navidad, en unión de algunos de sus familiares. También allá recibirá el nuevo año. Parecería que la república marcha por sí sola, aun en ausencia de su timonel. Se cuenta con un segundo de a bordo de plena confianza y ello hace posible darse ciertos lujos, imposibles en otras circunstancias.

De momento, ya se pasó la complicada prueba del incremento de los precios de las gasolinas (o de la supresión de los subsidios, mirando desde otro ángulo). Los reclamos correspondientes se plantean para enero, cuando el presidente esté de vuelta. Mientras tanto, todo hace suponer que pronto, dentro de muy pocos días, se estará negociando con los organismos internacionales de crédito. El terreno ha sido preparado en cuanto a la eliminación de subsidios pero, lo recaudado no alcanza a cubrir la magnitud del déficit fiscal ni los pasivos pendientes. Lo más doloroso será lo de los recortes burocráticos. Ya saldrá el ministro respectivo a explicar el porqué es necesario hacerlos. El hecho cierto es que durante la década infame se amplió el gasto público en salarios, de una manera inusitada que, de paso sea dicho, no incrementó ni la eficacia burocrática ni la calidad de las prestaciones. La inflación de personal al servicio de un Estado obeso tuvo más bien la finalidad de mantener contenta a una masa laboral destinada a llenar la Plaza Grande y a rodear el palacio de Carondelet durante las múltiples manifestaciones de protesta ciudadana que evidenciaron el descontento causado por el prolongado inquilino, ahora prófugo de la justicia.

Es de esperar que en el nuevo año que está por empezar, los ajustes requeridos no perturben la relativa paz en que se vive, pues cualquier alteración, grande o pequeña, del orden público, repercutirá penosamente en la ya contrahecha situación económica, dando lugar a un trágico círculo vicioso de más crisis, mayor protesta, más crisis.

Si a lo aquí previsto como indeseado se agrega la condición de año electoral, muchas podrían ser las complicaciones que sufra la República y conviene advertirlas a tiempo para reaccionar con mesura, evidenciando el malestar.