Un pais magico

Tal cual les decía el domingo, conviene que el espíritu navideño le conceda una tregua a la permanente actitud descalificadora como eje de la acción y el comentario político. Parece que el presidente Moreno decidió acogerse a esa circunstancia y, aceptando las críticas y buscando no dar motivos, acortó su periplo internacional. Es un buen síntoma. Recuerda aquello de: gobernar es rectificar. Ojalá coja fuerzas en China, con la buena gastronomía asiática y con la mejor voluntad de su gobierno para revisar las condiciones crediticias y, de paso, conceder otros créditos. Lo malo es seguir endeudándose como método para resolver la dura crisis económica que nos afecta.

Mientras tanto, las tensiones por temas de ausencia de planificación urbana agitan a los ciudadanos de los alrededores de Guayaquil. Por el norte, el sur, el este y el oeste los pobladores se quejan de esto y aquello. Mucho de lo negativo que ocurre, a su tiempo, fue tolerado por los pobladores de las nuevas “urbanizaciones”, adormecidos por las promesas de los constructores que les ofrecieron otras condiciones de vida. Poco a poco, salvo contadas excepciones, la promesa se convirtió en frustración y ahora estamos en la que estamos, en toda la vía a la costa y en la vía a Daule y en Monte Sinaí y en....

Sin solamente agitarnos, bien valdría aprovechar la coyuntura para comenzar a pensar en los males de hoy como un desafío para planear el porvenir, pudiendo anticipar que será un futuro con más habitantes, más demandas de servicios, más problemas de circulación, más temas de seguridad y disposición de los desperdicios, etc.

En todo caso, insisto en lo señalado pues pareciera que estos temas y cientos de otros vinculados a la vida cotidiana no son de la preocupación de quienes gobiernan. Ellos probablemente los califican como temas menores, impropios de la alta agenda donde constan los asuntos que realmente tienen importancia en la, pese a todo, escuálida actividad política nacional, huérfana de debate serio y planteamientos sustitutivos.

El hecho cierto es predisponernos a rechazar a los candidatos que no hagan propuestas serias.