Ciudad colonial. Frente al Zócalo de la localidad, centenares de profesores pasan día y noche bajo plásticos.

Oaxaca se asfixia bajo el plastico

“Si quieren Guelaguetza (la fiesta más importante de la ciudad), que el Gobierno derogue la reforma educativa y solucione el problema de los maestros”, explica Francisco López bajo un mar de plásticos de colores en el Zócalo de la ciudad de Oaxaca, donde los profesores disidentes de México se han plantado en protesta.

Sentado al pie del quiosco de la orquesta, este dirigente de la conflictiva Sección 22 de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) mantiene el tono desafiante mientras quiebran uno tras otro muchos de los hoteles y restaurantes que tiene a su alrededor. La respuesta hasta ahora del presidente Enrique Peña Nieto tampoco deja lugar a las ambigüedades: “La ley no se negocia”.

A pesar de que se ha establecido una mesa de diálogo entre los docentes y la Secretaría de Gobernación, todos se preparan para un conflicto largo.

Mientras tanto, las agencias de turismo y las embajadas aconsejan no visitar una ciudad colonial que se ahoga bajo el plástico.

Actualmente Oaxaca, Patrimonio de la Humanidad de la Unesco, es una inmensa sucesión de lonas de colores bajo las que se esconden decenas de carpas donde duermen cada noche centenares de profesores en protesta por la reforma educativa impulsada por el Ejecutivo de Peña Nieto.

Mientras el dirigente sindical habla a la prensa, algunos de los maestros movilizados hacen fila para firmar uno tras otro la hoja que tiene frente a él y que comprueba su asistencia a las marchas y movilizaciones que desde hace 45 días han puesto patas arriba el estado de Oaxaca, el segundo más pobre del país azteca.

A pocos metros, uno de los restaurantes más emblemáticos de la ciudad, el Asador Vasco, con casi 40 años de vida, ha cerrado temporalmente sus puertas y sus casi veinte trabajadores están a punto de ser despedidos. “Vivimos una tragedia” resume su dueño, Julen Ugartechea, al tiempo que exige que el Gobierno cumpla con su responsabilidad y reabra las carreteras. “Ahora el pretexto es la reforma educativa, pero llevamos 35 años soportando cada año la dictadura de los maestros”, señala.

En la milla de oro del turismo mexicano, el andador que atraviesa el casco histórico jalonado de tiendas de diseño y modernos restaurantes, tampoco se ven turistas extranjeros; y los hoteles de Oaxaca, acostumbrados a colgar el cartel de “no hay vacantes”, operan estos días al 5 % de ocupación, según la principal asociación hotelera.

Los pocos oaxaqueños que arrastran los pies por la piedra intentan sin suerte ofrecer sus artesanías a los pocos visitantes que se ocultan a medida que cae la tarde. “Estamos quebrados” explica Onésimo Bravo, presidente de la Asociación de Restaurantes del estado.

Los viajeros llegan por carretera. Sin embargo, las principales compañías de autobuses que comunican esta urbe con Ciudad de México suspendieron hace días sus rutas ante los continuos bloqueos.

Según los empresarios, el avión es la única forma de traer los suministros a la ciudad, lo que encarece considerablemente las mercancías.

Pero la incomunicación no es solo con la capital. Este miércoles, la CNTE puso en marcha hasta 20 bloqueos simultáneos que han dejado la ciudad incomunicada con la costa pacífica y con Chiapas.

Al corte de carreteras se ha sumado la quema de oficinas electorales y la toma de aeropuertos. La escalada dio un giro sangriento el pasado 19 de junio, cuando el enfrentamiento entre la policía y los manifestantes en Nochixtlán, por el bloqueo de una carretera, terminó en un baño de sangre que dejó nueve civiles muertos a tiros.