Nuevamente con Ileana

Tengo en mi poder un tesoro literario que vale no solo por lo que hay en sus mágicas páginas, sino también, y sobre todo por la cariñosa dedicatoria que me escribiera en su primera hoja quien me lo obsequió. Se trata de una antología de ese gran poeta argentino que fuera Oliverio Girondo y la generosa donante fue mi vieja y desaparecida amiga, la poeta Ileana Espinel Cedeño. El regalo del libro sucedió durante una de las últimas visitas que le hice a Ileana, poco antes de que nos abandonara definitivamente víctima de una cruel enfermedad que la mantuvo recluida por algunos meses en su departamento.

Hago esta referencia con motivo del lanzamiento el pasado viernes en la Universidad de las Artes, del libro La canción sin retorno, que forma parte de la colección de la prestigiosa editora española Visor, en el que se ha incorporado una casi completa antología de la obra poética de la autora guayaquileña. Es del caso señalar, además, que este acto forma parte del extenso programa del Festival de Poesía que la semana pasada se cumplió en Guayaquil, con la presencia de poetas ecuatorianos y extranjeros, y que, precisamente, lleva el nombre de nuestra escritora.

Ileana apareció en el escenario cultural a mediados de los años cincuenta, junto a la nueva generación de poetas que sucedieron al grupo Madrugada, formando parte de un libro que de cierta manera marcó el inicio de una nueva época literaria en el país. Me refiero al Club Siete, el cual, sin embargo del número cabalístico que lo preside, estuvo constituido por cinco vates del Puerto Principal: la propia Ileana, David Ledesma Vásquez, Sergio Román Armendáriz, Carlos Benavides Vega y Gastón Hidalgo Ortega.

Poco tiempo después aparecería un nuevo libro de autoría conjunta, pero esta vez reducido a solamente 3 de los 5 poetas que formaban parte de la obra anterior: Ileana, David y Sergio.

Un homenaje pues, muy merecido para esta autora que mantuvo su producción poética entre las inquietudes existenciales y un sardonismo muy bien empleado y que marcó el comienzo de una lírica creada por ella, sumándose nombres tan importantes como los de Violeta Luna, Ana María Iza, Sonia Manzano, Maritza Cino y Carmen Váscones.