Nuestra ‘alma mater’ intervenida

En medio de la vorágine de asuntos que inundan al Ecuador de los días que corren, son muchos los tópicos que merecerían una nota editorial. Presuntamente, decidirse por uno u otro tema se torna en apariencia complicado pero, si se tiene la prudencia de no dejarse llevar por el sensacionalismo noticioso y se intenta en cambio, llegar a las raíces de los males que nos afectan, una de ellas tiene que ver con la calidad de la educación y su gestión y, especialmente, la de la educación superior.

Ampliamente se han comentado los casos de agresión a nuestros niños que se han dado en múltiples escuelas del país. Esos hechos avergüenzan a los que todavía mantienen un alto criterio respecto al rol de la educación, que debería ser paradigma de comportamiento.

Igual ocurre cuando se conocen las observaciones de la Contraloría General de la Nación al manejo de las finanzas de la Universidad de Guayaquil, cuyos bienes debieron ser siempre escrupulosamente manejados, y peor todavía cuando la sucesión del rector, luego de una primera y larga intervención, da lugar a los bochornosos acontecimientos que son de dominio público.

Ahora, que dado el clamor ciudadano solicitando al Gobierno nacional se tomen cartas en el asunto se ha procedido a una nueva intervención, conviene destacar que la designación de un exministro de Educación para presidirla tiene el aval de la experiencia por él cumplida, a más de su actual condición de directivo de una universidad porteña.

Sin duda, la misión que tiene que desarrollar la nueva comisión interventora es sumamente delicada, al tiempo que trascendente. Por ello conviene que reciba todo el apoyo que los estamentos vinculados al sector puedan proporcionarle, de modo que sea el más completo éxito y no una nueva frustración el resultado de su actuar.

La Universidad de Guayaquil merece que su transitoria pero recurrente crisis termine con una solución definitiva que le devuelva a la añeja institución todo el prestigio y respetabilidad de que gozó en el pasado y con ello le recupere su irremplazable capacidad para analizar los problemas nacionales y plantearles soluciones, al tiempo que forma los profesionales que con probidad, vocación de servicio y amplio sentido de la ética y los valores republicanos está requiriendo el Ecuador.

Hacemos votos por su éxito.