Tradiciones. Vecinos se reúnen para celebrar la posada y cantar villancicos en la esquina del sector.

Una novena en uno de los ultimos pesebres de barrio

El nacimiento de Machala y Chambers está conformado por alrededor de 200 piezas. Los vecinos lo arman y se reúnen allí para los cantos y rezos.

Son las 19:30. La parada de la Metrovía conocida como ‘Sagrada Familia’ está llena. Es la hora pico en la que se trasladan cientos de personas que con curiosidad miran lo que sucede en la esquina de esa estación. Los moradores del sector empiezan a llegar con sus panderetas en una mano y sillas en la otra. Saludan a sus vecinos mientras los villancicos resuenan como fondo musical. Luego se sientan en torno a uno de los últimos pesebres barriales que se elaboran en la ciudad.

La esquina de Machala y Chambers sirve como punto de encuentro para que electricistas, albañiles y ebanistas creen el armazón sobre el cual se construirá el pesebre del barrio, una costumbre que hasta hace tres décadas era inherente a Guayaquil, pero que se está disolviendo en el tiempo.

A la actividad se unen las familias para participar en la decoración y orden de las casi 200 piezas, entre animales, casas y otros adornos, que conforman el nacimiento.

El montaje lo realizan durante las mañanas de una semana: la primera de diciembre.

Ramón Vásquez, uno de los promotores de esta tradición, asegura que la costumbre nació cuando un exhabitante del barrio mejoró su situación económica. En agradecimiento decidió financiar el levantamiento del primer pesebre. Desde allí se instauró como una costumbre que une a las familias del sector y que ha traspasado las fronteras invisibles del barrio.

Carlos Flores es uno de esos casos. Él habita a 15 minutos del lugar, sin embargo acude a la posada por iniciativa propia. No conocía a nadie, pero una noche mientras caminaba por esas calles quedó maravillado con el pesebre y la fidelidad con la que se celebran estas tradiciones. Esto lo motivó a regresar y a unirse a la conmemoración del nacimiento de Cristo.

Los organizadores, como Martha Pineda, están conscientes de que costumbres de este tipo se están perdiendo en la urbe. No obstante, apela a los jóvenes como Ronald Vásquez, un chico que no sobrepasa los 25 años pero que desde niño participa como un fiel feligrés en la construcción del pesebre.

Aura Macías, otra de las promotoras, insiste en que esta costumbre no morirá porque refleja la solidaridad del barrio. A esta tradición se une la celebración de las posadas, que en el último día cuenta con la presencia del sacerdote, monjas del sector y una mesa común con platos que llevan las familias del barrio. Mientras tanto los usuarios de la metrovia continúan su recorrido convirtiéndose en testigos fugaces de la devoción barrial.

Datos

Medidas

El pesebre mide cinco metros de largo por tres de ancho. Este año redujeron su tamaño debido a que dificultaba el paso de los transeúntes.

Financiamiento

Los vecinos se reúnen a decidir cuáles serán sus donaciones para el nacimiento. Puede ser desde focos nuevos, material para el armazón o aportaciones económicas para renovar imágenes de personajes.