Navidad

Qué difícil en medio de la parafernalia y el ruido de petardos, entre las luces coloridas, los desfiles, la música y agasajos, encontrar en estos tiempos el verdadero sentido de la Navidad, esa Navidad espiritual de vivencia en familia, de volcarse hacia adentro para descubrir y acercarse al otro.

Sí, esa Navidad feliz de ilusiones y ternuras que es la que debemos presentar y construir en la mente y el corazón de hijos y alumnos. Esa Navidad que nos habla de esperanza y de fe y de aquellos buenos y nobles sentimientos que afloran cuando descubrimos a Jesús en el otro, en el hermano, en el compañero, en el amigo, en el prójimo.

Pedir que se interrumpan los festejos, que no se expresen las emociones y el júbilo, sería no solo utópico sino imposible, mas sí podemos, dentro de todo aquello, hacer espacios para que niños y jóvenes reflexionen y vivan los hechos y sentimientos de la verdadera Navidad, la que se inspira en la familia de Nazaret y que nos habla de encuentro, de unión, de paz, de alegría y de entrega a los demás.

Que no sean para el párvulo y el niño: el regalo, el árbol, la corona y los villancicos, los únicos signos de la Navidad ni el todo de la celebración. Expliquémosles que estos son solo las formas accidentales que muestran la generosidad humana, la caridad como símbolo de amor, y la fraternidad que nos une e identifica con los demás. Enseñémosles para que descubran lo esencial, lo de fondo, lo que da verdadera razón y sentido a la Navidad.

Un ser humano aislado, egoísta y resentido como el viejo Scrooge del Cuento de Navidad, no encuentra cabida en una vida tranquila, feliz y equilibrada, que para ser tal, necesita sentido, brújula y norte. Cuando enseñemos a nuestros niños y jóvenes a encontrar a Jesús en el rostro del otro, estaremos trabajando en esa mente y corazón para descubrirle la verdadera razón de estas fiestas.

Hagámosles reflexionar en el insondable milagro navideño, en su inmenso misterio, descubriéndoles a un Dios que por amor, se abaja, se hace indefenso bebé, para iniciar así el camino, el proceso de nuestra salvación y redención.