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Cierre de campaña de Daniel Noboa
El presidente candidato Daniel Noboa lidera de momento la votación presidencial.FRANKLIN JÁCOME

Nace el antinoboísmo

ANÁLISIS. El sentimiento explica los motivos por los que la elección fue sobre todo ‘anti’: anticorreísmo y antinoboísmo

Uno de esos ejercicios de ‘encuentre las diferencias’, aplicado a las elecciones de agosto del 2023 y las del domingo que acaba de pasar, podría ser útil para tener más y mejores pistas sobre cómo sería la campaña para la segunda vuelta y qué resultados se podrían obtener en abril del 2025 cuando el electorado vaya a las urnas. Encontrar las diferencias entre ambos episodios electorales puede ser tremendamente ilustrador para los equipos de campaña. También puede dar luces para que la gente entienda el proceso proselitista que inició ayer.

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Que la segunda vuelta en el 2025 tenga exactamente a los mismos dos candidatos finalistas de 2023 es bastante llamativo. Pero hay asimismo diferencias que hay que anotar, sobre todo una que seguramente será determinante en la estrategia que adopte cada uno de los dos equipos de campaña. Esa diferencia es el antinoboísmo. Se trata de un sentimiento que actualmente existe en un sector del electorado del que se ha hablado muy poco y que en 2023, como es obvio, no existía. Obvio porque para entonces Noboa no había gobernado, por lo que no había sufrido de desgaste del poder y ni siquiera tenía una carrera política significativa como para que despierte sentimientos negativos. Quizá las personas que siguen de cerca el trabajo de la Asamblea ya tenían alguna idea no muy feliz sobre Noboa, sobre todo por su viaje a Rusia a pocos días de la invasión rusa a Ucrania acompañado de correístas, pero en general el vulgo no sabía mucho de él.

Todo lo contrario, Daniel Noboa era un misterio y se lo conocía por ser el hijo del magnate que intentó, sin éxito, llegar a la Presidencia en cinco ocasiones, un hecho que aspiracionalmente era atractivo para muchos. Además, para un gran número de jóvenes alejados de la política, a Noboa se lo conocía únicamente por ser el esposo de una ‘influencer’ guapa y encantadora en redes sociales: Lavinia Valbonesi.

Así, en 2023 Noboa obtuvo el 51,83 % de los votos en la segunda vuelta, lo que fue un salto gigante del 23,47 % que alcanzó en la primera. Es decir, aumentó un 28,36 %. Su contrincante Luisa González, en cambio, tuvo un 48,17 % en segunda vuelta al haber aumentado su votación en un 14,56 %. En la segunda, González consiguió un 48,17 %. Es decir, Noboa creció mucho más que Luisa González para la segunda vuelta.

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¿Noboa sigue siendo aquel candidato del 2023 que pudo ganar muchos más puntos porcentuales que González entre primera y segunda vuelta? No se puede afirmar nada aún, pero cabe anotar que en 2025 las cosas no serán iguales. Noboa podría tener ciertas ventajas, como el tener a su disposición el Estado para promocionarse, pero hay un factor que le hace cuesta arriba ganar la segunda vuelta: el antinoboísmo.

Se trata de un sentimiento que se ha producido como efecto de la forma de gobernar del actual presidente pero que, a diferencia de un desgaste normal, produce cierta forma de militancia en su contra. Si bien es cierto que Noboa ha tenido una inmensa capacidad para evitar que ese ejercicio del poder le haya significado un desgaste mayor (de hecho, es admirable que luego de un año lleno de dificultades aún esté primero), también es cierto que hay sectores que no simpatizan con él y que, incluso, profesan un sentimiento muy negativo y militante sobre su persona.

Ese sentimiento se cultivó por su conducta autoritaria que, entre otras cosas, se expresó en su impúdico irrespeto a la Constitución para no dejar que la vicepresidenta Verónica Abad, por quien siente un auténtico ‘odio jarocho’ como decía el cómico mexicano Luis de Alba, se haga cargo de la Presidencia. Noboa, montado en la que parece ser la falsa narrativa del ‘nada me hace daño’, actuó sin escuchar a nadie, desconoció a Abad y llegó a inventarse (sí, inventarse) una vicepresidenta que no fue elegida en las urnas para que lo reemplace durante la campaña y sentirse tranquilo: Cynthia Gellibert.

A esto hay que agregar otras cosas: muchas feministas no le perdonan la forma en que se comportó con su exesposa y los ambientalistas lo ven muy mal por el episodio de Olón, cuando quiso construir un edificio sobre una zona protegida usando a su ministra del Ambiente para que le dé los permisos.

El antinoboísmo es, entonces, un fenómeno nuevo con el que habrá que contar en estas elecciones y con que el equipo de campaña de Noboa tendrá que lidiar. Es, además, un sentimiento que explica los motivos por los que las elecciones del domingo fueron sobre todo ‘anti’: las dos grandes fuerzas que movilizaron al electorado fueron, precisamente, el anticorreísmo y el antinoboísmo.

De otra forma no se hubiera explicado la polarización que hubo. Y si Noboa tendrá que lidiar con este nuevo sentimiento en su contra, González tendrá que hacer lo mismo, pero con un sentimiento más antiguo y arraigado entre los ecuatorianos: el anticorreísmo. Recordar el correato y mostrar cómo fue un proyecto autoritario, despótico y que tenía como objetivo último quedarse en el poder para siempre, debería estar entre las prioridades del equipo de campaña del presidente-candidato. Si bien el antinoboísmo es una fuerza a la que no hay cómo menospreciar, el anticorreísmo es un sentimiento que se ha consolidado fuertemente en un buen sector del electorado.

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