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Mexico y China, jornadas laborales
México avanza hacia la reducción de la jornada laboral mientras en China persisten esquemas de trabajo sin descanso.EL IMPARCIAL

México avanza con jornada laboral de 40 horas mientras China trabaja sin descanso

México avanza hacia las 40 horas semanales mientras en China persisten jornadas sin descanso y sueldos retenidos

El debate sobre el tiempo de trabajo revela dos realidades laborales opuestas. En México, el Congreso discute una reforma que reducirá gradualmente la jornada semanal de 48 a 40 horas para 2030, priorizando el bienestar y el equilibrio entre vida personal y profesional. En contraste, en China, millones de empleados continúan bajo esquemas de trabajo extenuantes, sin fines de semana y con salarios diferidos como estrategia de retención.

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La Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STPS) presentó un plan escalonado que iniciará en 2026 con 46 horas semanales y culminará en 2030 con la implementación total de las 40 horas. El objetivo es evitar impactos abruptos en la economía y permitir que las empresas se adapten.

Entre los beneficios esperados, respaldados por la Organización Internacional del Trabajo (OIT), se incluyen mayor productividad, reducción de accidentes y un mejor balance entre vida laboral y personal. Además, se contemplan incentivos fiscales para compañías que adopten la medida antes de tiempo y apoyos especiales para pequeñas y medianas empresas.

China: jornadas sin pausa y salarios retenidos

En el otro extremo, el mercado laboral chino mantiene prácticas como el sistema “996” trabajar de 9:00 a 21:00 horas, seis días a la semana, donde el descanso es visto como improductivo. Adrián Díaz, empresario español radicado en China, relató que muchas compañías retienen hasta tres meses de salario a sus empleados, liberando el pago en el Año Nuevo Chino. 

Esta táctica busca evitar la rotación laboral en un contexto de 'desempleo negativo', donde la oferta de trabajo supera la demanda. Incluso, cuando Díaz intentó implementar fines de semana libres, algunos empleados aprovecharon para buscar un segundo empleo, evidenciando una cultura laboral centrada en la ocupación constante.

Dos modelos, dos prioridades

Mientras México avanza hacia un esquema que privilegia el descanso y la calidad de vida, China mantiene un modelo orientado a la productividad continua, incluso a costa del bienestar físico y emocional de sus trabajadores. La diferencia no solo responde a contextos económicos opuestos, sino también a visiones culturales profundamente arraigadas sobre el valor del tiempo y el sentido del trabajo.

En México, la reducción de la jornada laboral se plantea como una política pública de largo plazo, diseñada para mejorar la salud mental, fomentar la convivencia familiar y elevar la productividad a través del descanso. El debate legislativo ha incorporado estudios de la Organización Internacional del Trabajo que demuestran que menos horas no significan menor rendimiento, sino todo lo contrario: un trabajador descansado es más eficiente, creativo y menos propenso a accidentes.

México y China, jornadas laborales
De China a México, las largas jornadas y la precariedad laboral revelan un mismo patrón de explotación que traspasa fronteras.DIARIO CAMBIO 22

La comparación entre México y China expone cómo las políticas laborales responden a realidades y prioridades divergentes. En un mundo donde la automatización y la inteligencia artificial transforman el empleo, el debate sobre la duración de la jornada laboral se convierte en un espejo de las sociedades: unas buscan más tiempo para vivir, otras más horas para producir.

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Reducir las horas de trabajo no solo implica reorganizar la productividad, sino redefinir el concepto de éxito y bienestar. Mientras en México se presenta como una oportunidad para fortalecer el tejido social y mejorar la salud mental, en China la permanencia de jornadas extensas refleja una visión donde la competitividad y la disciplina colectiva prevalecen sobre el descanso individual.

El futuro del trabajo,  dependerá de cómo cada país logre equilibrar sus necesidades productivas con las demandas de una fuerza laboral cada vez más consciente de su valor y de sus derechos. La experiencia mexicana y el modelo chino muestran que no existe una fórmula única: el verdadero reto será encontrar un punto de convergencia donde la eficiencia económica y la calidad de vida puedan coexistir sin que una anule a la otra.

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