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Una mujer fotografía aves en una playa de Odesa. El bloqueo ruso de los puertos de Odesa recientemente reanudado acentúa el profundo estrangulamiento de la economía de la región.EFE/ Rotyslav Averchuk

La economía de Odesa sufre por la falta de turismo a causa de la invasión rusa

La ciudad ucraniania padece por segundo año consecutivo un golpe a su estatus de destino turístico  

El bloqueo ruso de los puertos de Odesa recientemente reanudado acentúa el profundo estrangulamiento de la economía de la región, mientras la ciudad sufre por segundo año consecutivo un golpe a su estatus de destino turístico.

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Aunque no hay datos oficiales, todo apunta a que sólo un puñado de turistas -frente a los tres millones anuales previos a la invasión rusa- viajará este año a la ciudad costera ucraniana.

Quienes son suficientemente valientes como para visitarla a pesar de los ataques con misiles, se enfrentan además al peligro de las minas y al riesgo de contaminación del agua tras la destrucción de la presa de Kajovka, ya que las inundaciones arrastraron escombros desde el río Dniéper.

Dos jóvenes se preparan para sumergirse en el agua desde un muelle, mientras varias docenas de personas toman el sol o vadean por la orilla, a pesar de la señal que prohíbe nadar.

Situada en Arcadia, un popular centro de entretenimiento en la ciudad, esta playa no está tan llena como sería habitual en el pico de la temporada de baños, pero proporciona un cierto alivio a los que están cansados de esconderse del peligro.

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Un cartel avisa de la prohibición de bañarse en la entrada de una playa de Odesa.. EFE/ Rotyslav Averchuk

"¿Qué diferencia hay entre estar en Odesa o en Kiev si Rusia puede matarnos en cualquier sitio?", pregunta de forma retórica uno de los hombres, que explica que llegó a la ciudad costera hace dos días, a pesar de los ataques rusos.

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"No podemos poner simplemente nuestras vidas en pausa", agrega, rechazando las preocupaciones sobre la calidad del agua o la posibilidad de que ésta haya arrastrado minas. "Las tormentas han limpiado ya el agua y estoy seguro de que nuestro ejército está revisando que no haya minas", continúa.

Cuanto más lejos queda el estuario del Dniéper, más limpia parece ser el agua.

"Sin embargo, esto no quiere decir que sea realmente segura", advierte Olena, que forma parte de los residentes que se limitan a tomar el sol y no se bañan.

En varias playas se habían instalado redes antimina como preparativo para la temporada de baños, que no llegó a materializarse oficialmente debido a la catástrofe de la presa de Kajovka.

Oficialmente está prohibido nadar y muchas playas están cerradas a los visitantes. Proliferan las advertencias sobre el peligro de las minas y en la prensa local aparecen con frecuencia menciones a explosivos arrastrados a la playa por las olas. A consecuencia de ello, muchos pequeños negocios cercanos a la playa se han visto obligados a cerrar.

"Más o menos viene un cuarto de la gente que solía venir antes de la invasión", afirma el barman de uno que ha permanecido abierto.

Aunque en Odesa capital -donde las autoridades locales parecen hacer la vista gorda ante las infracciones en ciertas playas- todavía parece haber una semblanza de actividad turística, el rest