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Los desplazados de Mar (9262199)
 Andriy Saravas, un músico de Mariúpol de etnia griega, ofrece clases de guitarra para los niños en el centro de asistencia "Yo soy Mariúpol" en una estrecha calle en el centro de Leópolis.  EFE/ Rostyslav Averchuk

Desplazados de Mariúpol hallan apoyo en Leópolis

Están enfrentados al trauma psicológico de tener que reconstruir sus vidas.  Dura la situación tras el conflicto que han vivido 

Los desplazados internos ucranianos de Mariúpol, enfrentados al trauma psicológico de tener que reconstruir sus vidas lejos de su ciudad semidestruida, dependen de su propia organización y del apoyo mutuo y creen que un día lograrán volver a casa.

Un ancla pintada en los colores de la bandera ucraniana junto al símbolo de la ciudad que les ha acogido señala la entrada del centro de asistencia ‘Yo soy Mariúpol’ en una estrecha calle en el centro de Leópolis. La habitación principal está llena de visitantes, mientras que un niño se entretiene en la esquina de los juguetes.

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El presidente del centro, Andriy Vasylenko, explica que la alarma antiaérea obligó a mantener cerradas las instalaciones durante buena parte de la mañana y las primeras horas de la tarde. Los empleados, la mayoría de los cuales proceden ellos mismos de Mariúpol, tratan de ayudar a los desplazados con los retos a los que deben enfrentarse en su hogar temporal en el oeste de Ucrania.

“Encontrar alojamiento, encontrar trabajo, pagar impuestos, recuperar documentos, todo ha sido un desafío”, explica Vasylenko.

El centro se financia a través del presupuesto municipal de Mariúpol, pero desde que abrió sus puertas en julio ha recibido además grandes aportaciones de las autoridades locales de Leópolis y de los propios vecinos.

Según Vasylenko, en el centro se han registrado ya más de 3.100 desplazados de Mariúpol, la mayoría de los cuales han perdido todas sus pertenencias y dependen de la ayuda que reciben de organizaciones humanitarias y de los residentes locales en forma de alimentos, ropas o sillas de ruedas para las personas con discapacidad.

También acuden al centro para recuperar, al menos temporalmente, la sensación de estar en casa y para recibir ayuda psicológica.

Emilia Jutkovska, la piscóloga del centro, es a su vez una desplazada de la región de Jersón (sur), habla con una visitante claramente angustiada y luego la abraza firmemente. Explica que a menudo pedir ayuda es el paso más difícil e importante.

Muchos habitantes de Mariúpol experimentan síntomas de estrés postraumático, ansiedad y depresión severa tras haber presenciado cómo su hogar se convertía en una “ciudad fantasma” durante meses de asedio ruso y combates.

Últimamente, dice Jutkovska, también ha atendido a niños con síntomas similares.

El centro trata de ayudar a niños y a adultos a través del aprendizaje de nuevas habilidades, explorando la ciudad de Leópolis o a través de la interacción con animales.

Un joven sonriente acude a tomar una guitarra española de detrás del escritorio de la psicóloga. Se trata de Andriy Saravas, un músico de Mariúpol de etnia griega que ofrece clases de guitarra para los niños.

“Estos niños han dejado atrás sus guitarras y mucho de lo que solían hacer, así que dependemos de los instrumentos que nos dona la gente”, explica.

Los ecos de la guitarra rebotan de las paredes decoradas con un mural obra del artista Dmytro Vovk, en el que pueden verse representados los tres meses de asedio ruso de la ciudad a orillas del mar de Azov.