Mujeres

Mujeres. Ni las de Arjona ni las de la costilla de Adán. Seres humanos que nacieron dentro de varias estructuras sociales, afectivas, políticas y culturales en las cuales no a todas les resultó fácil emerger con una vida plena. Mujeres que eligieron ser madres, y fueron y son felices; otras que eligieron otra opción, y son y fueron igual de felices. Todas libres, aguerridas y fecundas. De esas mujeres aprendo y a ellas rindo tributo.

A las activistas que salen a la calle, que gritan, alzan la voz que fastidian a ciertos personajes que también, a veces, eligen ofenderse por la protesta. A las que son silenciosas y son ejemplo por su disciplina. A las que empujan la carreta casi sin aliento y son inspiración. A las que hacen largas filas para conseguir alimento y medicina para sus seres amados, incluidas ellas.

Las científicas, esas que saben que no les alcanza su vida para llegar a la conquista de un descubrimiento, pero que sencillamente abren los caminos para que otros continúen. Las maestras, las deportistas, las campeonas y las que aún no ven sus medallas, las que no vendieron su voz ni pusieron precio a lo que son, en esencia, por más duro y tentador que sea.

Ellas son mi alegría y mi entusiasmo.

Las que no se amparan en nada más que no sea lo que son, ni se aminoran por lo que no han podido ni querido tener. Mujeres que gozando de esa libertad explotan sus dones, sus características propias, iluminando el camino de otras.

Mujeres que comparten mi fe, en estos tiempos y en otros, de quienes aprendo que la paciencia lo alcanza todo y que no hay por qué turbarse. Ellas, que reconocieron y reconocen a Dios por su tono de voz, por cómo Él las llama.

Mujeres que celebran serlo todos los días del año, que lloran sin vergüenza alguna y abrazan aun sabiendo lo peligroso que es la traición y la falta de ética en la vida diaria. De esas que no le temen al dolor porque tienen la fuerza de renacer. Sé que de esas hay montones y a ellas mi tributo.

¡Qué vivan las mujeres!