La mujer en la politica

Debe ser valorado como un hecho afortunado el constante incremento de la participación femenina en diversas actividades vinculadas al quehacer político. Observado con simpatía por las naciones donde han llegado en múltiples oportunidades al ejercicio de la primera magistratura de sus países, pese a conocidos reveses, incluso visibles estos días, tal cual las circunstancias que atraviesan la expresidente argentina y la suspendida de ese cargo en Brasil, con las complicaciones propias de sus funciones, la reelecta mandataria chilena goza del aprecio de su pueblo y es muy bien considerada en el continente.

Fijando únicamente la mirada en la América del Sur, es evidente que las mujeres de esta parte del planeta han asumido con capacidad y fuerza un rol en el que antes brillaban por su ausencia. El hecho se hace igualmente notable en Norteamérica, con la presencia de una candidata que aspiraría a ser la primera mujer presidente de los Estados Unidos.

En el Ecuador de estos días es notable la participación de distinguidas damas constituyendo concejos cantonales y provinciales y dejando oír sus voces en la Asamblea Nacional, que presiden e integran, y en otros altos organismos del Estado, tal cual los ministerios, o dirigiendo sus respectivas agrupaciones políticas.

Estando próxima una nueva campaña electoral, entre la diversidad de candidatos destaca la presencia de otra aguerrida asambleísta. Una colega suya, de iguales méritos y reconocimiento, figura como precandidata a la misma alta dignidad.

Por su parte, frente a la inercia de muchos de los partidos políticos que han abandonado algunos de sus roles más propios: la orientación de la ciudadanía por ejemplo, se levanta la voz de las mujeres que, organizadas como colectivos se sienten en capacidad de convocar a los diversos aspirantes a la presidencia para conminarlos, deponiendo aspiraciones personales, a la para ellas imprescindible unidad, y comprometerlos en el apoyo de puntos claves de sus agendas, como son el respeto a la autonomía sexual y reproductiva o la autodeterminación de sus cuerpos.

Sin duda, ante al desconcierto político nacional y las diversas crisis hasta ahora irresolutas, la presencia de lo femenino alienta la esperanza de que sus valores le incorporen a la República las esencias que le devuelvan respetabilidad.